-¿Hoy no desayunas en tu tipi indio?-me preguntó
Bear cuando entró en la cocina de la casa de Santa Mónica y me encontró
desayunando cereales sentado en la gran mesa de madera maciza.
-Me he quedado sin provisiones.-sonreí con la boca
llena de leche y bolas de miel.
-Creía que ya no querías volver a casa por tu
repentino odio hacia toda la humanidad.-respondió mi hermano pequeño mientras
se llenaba un bol y se sentaba a mi lado.
En la gran mesa donde antaño fuimos nueve, ahora
solo estábamos dos. Bam y Noah ya no vivían con nosotros y Gabe pasaba largas
temporadas fuera de casa. Así que prácticamente éramos cuatro hermanos Brown
los que quedábamos en lo que llamábamos Browntown: Bear, las chicas y yo.
Recientemente me había trasladado al patio trasero, que daba a un pequeño
bosque, donde había montado una tienda de campaña, decorada como un tipi indio
y había montado una cerca entrelazando ramas de madera. No era mi antigua choza
de neumáticos con su verja para zombis, pero era mucho mejor que aquella
pequeña y claustrofóbica casa donde no hacía otra cosa que esquivar al perro, a
los gatos y a mi hermanos a cada paso que daba.
La relación entre Bear y yo era más o menos cordial,
especialmente cuando nuestros padres se encontraban delante, sino, intentábamos
mantener las distancias por el bien de nuestra integridad física. La cicatriz
de su ceja derecha brillaba con la luz matutina que entraba por la ventana. Aun
recordaba aquel día, justo cuando volví de Hawái y tuve que explicar a mi
familia que Ayla y yo ya no estábamos juntos… Atribuí la ruptura al nuevo
trabajo de Ayla, sin dar demasiados detalles, y pedí que respetaran mis
momentos de soledad, algo que, obviamente mi familia no obedeció.
Bear y Gabe vinieron a buscarme al jardín, yo estaba
entretenido montando unas flechas con ramas de naranjo, abalorios de Rainy y
algunas plumas que había encontrado en el patio y había pintado con colores
vivos. Las puntas de las flechas estaban talladas con una navaja.
-Sentimos mucho lo de Ayla, hermano. Sabemos que la
querías muchísimo, debe de ser algo muy difícil de superar-se excusó Gabe como
si fuera culpa suya, midiendo muy bien sus palabras-¿podemos hacer algo para
ayudarte?
Forcé una sonrisa, aunque mis esquivas miradas
delataban mis auténticos pensamientos:
-Estoy bien, gracias, solo quiero estar solo un
rato.
-¿Seguro?-insistió Gabe.
-Sí.
Me levanté de mi puesto indio y me apoyé sobre las
ramas del naranjo, dando la espalda a mis hermanos. No quería que me viesen
llorar. Suspiré hondo y me concentré para dejar de temblar. Ni siquiera podía
mirar a Bear a la cara, porque cuando lo hacía, me lo imaginaba con ella, y eso
me mataba por dentro. Apreté la mandíbula y los puños para contenerme. Bear me
puso una mano en el hombro, fraternal, pero aquello fue demasiado para mí:
-Matt, sabes que estamos aquí para cualquier cosa…
No lo pensé ni un momento, me giré violentamente y
le arreé a Bear un puñetazo en la ceja con todas mis fuerzas que lo hizo
tambalear y caer al suelo. Gabe corrió a su auxilio mientras Bear se
incorporaba desconcertado, asumiendo que le había dado un puñetazo. Estaba
pálido como un fantasma. Se tocó la herida y abrió los ojos como platos al ver
la sangre mientras sus labios balbuceaban.
-¿Es que has perdido la cabeza, Matt? ¡Bear no tiene
la culpa de tus desgracias!-me regañó Gabey saliendo de sus casillas.
Miré mi puño goteando sangre, mis anillos le habían
rasgado la piel a Bear y le habían abierto una herida sobre la ceja derecha
como si se tratase de un puño americano. En seguida me sentí culpable y empecé
a temblar anonadado, aun asumiendo lo que acababa de hacer. Había pegado a mi
hermano por una chica ¿cómo había podido? ¡No me lo perdonaría nunca! Sería
otra gran decepción para mis pobres padres, de nuevo, la oveja descarrilada de
la perfecta familia Brown.
Sin embargo, Bear me miró desafiante. La sangre le
corría por el rostro como una cascada de lágrimas rojas y le empapaba el pelo,
tiñéndolo de granate y pegándosele a la sien. Mi rabia y mi furia eran
incontenibles.
-¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Maldita sea!-le grité
apretando los puños hasta que se me marcaron las venas de los brazos-Sabías
cuanto la quería, sabías cuanto significaba ella para mí.
-¿De que estáis hablando?-preguntó Gabe, mirándonos el
uno al otro sucesivamente.
-Yo no la busqué Matt-Bear se levantó y se limpió el
exceso de sangre con el reverso de la manga y escupiendo en el suelo un
escupitajo sanguinolento-. Ella vino a mí.
Nadie volvió a mencionar aquel incidente nunca más.
-Chicos, lamento interrumpir,-Gabe asomó sus rizos
castaños por el marco de la puerta. Parecía preocupado-pero esta mañana me ha
llamado Alba.
Bear y yo casi nos atragantamos con los cereales.
-¿Alba? ¿Alba, Alba?-preguntó un atónito Bear.
-Sí, esa Alba. Me ha llamado desde Nueva York.
Chicos…-respiró profundamente, estaba buscando las palabras más adecuadas para
contar algo importante-se trata de Ayla.
El corazón se me aceleraba nada más escuchar su
nombre. Prometimos que no querríamos saber nada más de ella, que el contacto
entre Hurst y la familia Brown desaparecería para siempre, y eso incluía a
Bear, a Gabe y su constante tira y afloja con Alba. Si ella le había llamado,
es que algo malo ocurría. Inconscientemente, mis manos empezaron a temblar y
mis músculos se agarrotaron en una sensación similar a cuando estás en alta mar
y ves una tormenta que viene directa hacia ti. Se me secó la garganta y el aire
no me llegaba a los pulmones. Humedecí los labios, nervioso. Intenté que no se
viera reflejada mi preocupación, pero una negra corazonada me decía que tendría
motivos para asustarme.
-¿Qué le pasa a Ayla?-preguntó Bear que no parecía
tan alterado como yo.
-No sabemos dónde está…-murmuró Gabe con un hilo de
voz.
Me levanté de un salto y sacudí a Gabe por la solapa
de la camiseta de tirantes. Los ojos casi se me salen de las órbitas. Estaba
blanco y empapado en sudor frío:
-¿Cómo que no sabes dónde está?
Bear se levantó y me apartó de mi hermano. Gabe se
arregló la ropa.
-Ayla tuvo una cena en San Francisco, después
tendría que haber vuelto a Sonoma, pero no lo ha hecho. Teddy ha dicho a Alba
que Ayla lleva días sin aparecer por la oficina. Tampoco está en Nueva York, ni
en la casa que le prestaron en San Francisco…
-¿Cuándo fue eso?
-El viernes pasado.
-¿¡El viernes pasado?!-grité llevándome las manos a
la cabeza-¡Ha pasado más de una semana! ¿Habéis esperado tanto para daros
cuenta de que Ayla no está? Gabe, llama a Alba de inmediato, tenemos que encontrarla.
-¿Qué está pasando?-dijo Rainy entrando por la
puerta, alarmada al escuchar mis gritos, pero la ignoré, estaba demasiado
histérico ante la perspectiva de que nadie supiese nada de Ayla desde hacía más
de una semana.
Su cabello castaño y corto la hacía parecer más
mayor de lo que en realidad era.
-Ayla tuvo una cita el viernes en San
Franciso-explicó pacientemente Gabe-Alba cree que salió mal y que por eso Ayla
no contestó sus llamadas ni sus correos durante los dos primeros días.
“Muy típico de Ayla, encerrarse en si misma cuando
no quiere hablar de algo que le molesta”.
-Al tercer día empezó a preocuparse, entonces llamó
a Teddy y descubrió que Ayla no había vuelto a la editorial el fin de semana
después de la cena, y que, de hecho, llevaba varios días sin aparecer por la
oficina. Teddy está histérico, no sabe cómo reprogramar la agenda de la
editorial. Ayla tampoco le contesta los mensajes. Empiezan a estar preocupados…
“No es la primera vez que Ayla desaparece sin decir
nada, pero si es la primera vez que no le ha dicho a nadie donde va, ni
siquiera a Alba. Esto no me gusta nada. Algo malo está pasando”.
-¿Y por qué te ha llamado a ti para preguntarte si
sabías algo?-le pregunté a Gabe conociendo su extenso historial con Alba.
-Porque la cita fue conmigo.-respondió solemne Bear,
sentado detrás de mí.
Rainy se llevó las manos a la boca, sorprendida.
Aquel instinto primitivo que dormía dentro de mí despertó hambriento y voraz,
me abalancé sobre Bear y lo tumbé sobre la mesa, agarrándolo por la solapa de
la camiseta. Mi hermano cerró los ojos y se cubrió el rostro para soportar el
golpe, Gabe y Birdy me agarraron de la camiseta y tiraron de mí con fuerza para
evitar que pegase se nuevo a Bear.
-¡Matt, relájate!-me ordenaba Gabe.
-Saca a las niñas de aquí, Gabey.-le repetía con los
ojos inyectados en sangre mientras Bear pataleaba insistente para alejarme de
él.
-¡Basta ya!-se interpuso la pequeña Rainy entre
nosotros alzando la voz y dejando al resto fríos como el hielo.
Rainy se había interpuesto entre nosotros, por ese
motivo, y como era la pequeña, todos nos detuvimos de golpe para evitar
dañarla. Lo cierto es que Rainy era más mayor y más madura de lo que nos
pensábamos.
-Ya está bien-nos ordenó a todos sublime-. Debemos
concentrarnos, no sé qué lío tenéis montado entre vosotros dos, Matt y Bear,
pero a pesar de que ya no estéis juntos, Ayla sigue siendo de la familia. No
sabemos nada de ella, podría haberle pasado algo, podría estar en peligro.
Debemos encontrarla.
Bear y yo nos separamos, no sin antes fulminarnos
con la mirada. Nadie, a excepción de nosotros dos había entendido mi arrebato
de furia contra él, pero, como siempre, nos mantuvimos en silencio. No era mi
primer ataque de rabia, y como toda mi familia sostenía que todavía sentía algo
por Ayla, nadie preguntó, puesto que dieron por supuesto que mi repentino
ataque de celos fue por la angustia de no saber dónde podría estar ella y
enterarme de que recientemente había tenido una cita con Bear en San Francisco..
-¿Deberíamos llamar a la policía? ¿Y si la han secuestrado?-preguntó
Birdy angustiada mientras todos nos reuníamos alrededor de la mesa.
-No, hubiesen pedido algún rescate por ella-dije de
inmediato descartando la hipótesis-. Escuchad,-alcé la mano-conozco a Ayla
mejor que a mí mismo, no es la primera vez que huye sin decir nada a nadie
cuando tiene un problema, pero si no le ha contado a Alba donde ha ido es que
está metida en un buen lío. Hay que analizar sus movimientos desde el viernes
por la noche e intentar averiguar donde ha ido. Gabe, llama a Alba, y pon el altavoz.
Gabe obedeció y marcó el número de Alba. Una gota de
sudor frío me recorrió la frente. Sentía mi corazón palpitar a toda prisa
mientras el teléfono daba señal. Alguien descolgó y escuché la voz mecánica y
temblorosa de la amiga de Ayla al otro lado del teléfono:
-¿Gabe, sabes algo de Ayla?-preguntó ella con la voz
llorosa.
-Alba, soy Matt. Te escuchamos todos.-le informé.
-¡Matt! Gracias a Dios-dijo entre llantos-. Por
favor, dime que sabes algo de ella, por favor, dime que ha ido a buscarte.
Tragué saliva. El sudor me empapaba cada vez más la
frente y la vista se me nublaba.
“¿Dónde te has metido, Ayla?”-supliqué para mí
mismo.
-No, no sé nada de ella, pero escúchame atentamente.
La vamos a encontrar, de acuerdo. Te lo prometo-le respondí para calmarla. Alba
gimió al otro lado de la línea, estaba preocupadísima-.Vamos a ver: cuando fue
la última vez que vista a Ayla.
-El viernes pasado-se sorbió los mocos-por la mañana
cogió el tren hacia San Francisco, Teddy estuvo hablando con ella durante el
trayecto hasta la ciudad y desde entonces no sabemos nada. El sábado tendría
que haber vuelto a Sonoma, pero le perdimos la pista, no responde a mis emails
ni me contesta las llamadas… Sé que es normal que Ayla desaparezca sin avisar,
pero es raro que no me haya dicho dónde está. Estoy preocupada, Matt.
-Lo sé Alba. Yo también lo estoy.-admití para su
sorpresa y para la de sus hermanos-¿Has ido a su apartamento de Nueva York?
Quizá ahí hay alguna pista sobre su paradero.
-No, en seguida iré para allá.
-Bam y Allison están en Jersey-añadió Rainy-. Les
voy a enviar un mensaje para que se acerquen, quizá puedan ayudar.
Bam siempre había tenido una relación muy cercana y
fraternal con Ayla, seguramente se pondría histérico y en plan hermano mayor
súper protector en cuanto se enterase de que había desaparecido.
-Me parece una buena idea, Rainy. Alba, si vais al
apartamento de Nueva York aseguraos de revisar el cuartucho de arriba. El que
hay tras el cuarto de la lavadora.
-¿Conoces la habitación secreta de Ayla?-se
sorprendió Alba.
Mis mejillas enrojecieron pensando en lo que
habíamos hecho en aquella habitación, pero si Ayla planeaba algo, seguro que
allí habría alguna pista. Me aclaré la garganta y desvié la mirada:
-Parece ser que Bear fue el último que vio a Ayla.
¿Sobre qué hora os despedisteis?
-Antes de medianoche-reflexionó Bear apartándose el
pelo de la cara-. Estábamos en la casa que le habían dejado en San Francisco, pero
de repente, ella se marchó-se encogió de hombros-. Dijo que se iba a casa.
Supuse que se habría regresado a Sonoma.
-Birdy, Bear y yo iremos a la editorial a ver si
encontramos alguna pista.-Rainy estaba demostrando una madurez impropia de su
edad.
-Está bien-refunfuñé no demasiado convencido-. Vamos
a pensar, Ayla dijo que se iba a casa, pero no está en Nueva York ni en la
editorial, ¿crees que podría haber regresado a España?-pregunté a Alba.
-Lo dudo, Ayla no visita España desde que murió su
madre.
“¿Su madre había muerto? ¿Por qué no me había dicho
nada?”
Apreté con fuerza el puño y golpeé la mesa, intentando
controlar la furia que cada vez crecía más en mí.
-¿Lía lo sabe?
-No he querido avisar a Lía hasta agotar las
posibilidades. No quería preocuparla, -admitió Alba-por eso quería hablar con
vosotros primero.
-De acuerdo, no le diremos nada a Lía. Vamos a ver,
¿dónde podría haberse marchado Ayla?
-Matt…-me interrumpió mi hermano menor.
-Ahora no, Bear.-le dije temblando de los nervios y
mascullando entre dientes mientras intentaba que mi cerebro funcionase.
Sentía el corazón latiéndome a toda prisa bajo mi
pecho, a punto de estallar en cualquier momento.
-Debes saber algo.
-Ahora no es el momento.
Pero mi hermano insistió:
-Ella me rechazó, ¿vale?
El resto de mis hermanos nos miraron confundidos:
-¿De qué están hablando?-susurró Birdy.
Miré a Bear con la mirada repleta de ira.
-Sigue enamorada de ti.-agarré a Bear por el cuello
de la camiseta roja y lo arrastré al pasillo, lejos de las miradas indiscretas
y los cuchicheos entre mis hermanos.
-¿Qué quieres decir?-le pregunté mordiéndome los
labios.
-Ella seguía llevando el anillo que le regalaste.
Intenté besarla pero ella me rechazó, me dijo que lo nuestro era algo que tenía
que pasar una vez y ya está, y luego algo de unos caminos que se cruzaban pero
no se unían.-Bear sacudió la cabeza, nervioso, intentando recordar cualquier
detalle que desvelase su ubicación.
Solté a Bear y este se sacudió la ropa mientras me
miraba feroz a través de sus mechones de pelo rubio oro.
-¿Dijo que estaba enamorada de mí?-pregunté
serenamente temiendo tanto que la respuesta fuera tanto sí como no.
Mi hermano tragó saliva, sentía su mirada almendrada
perforándome el alma, no dejaba de apartarse el pelo de la cara, estaba casi
más nervioso que yo por la desaparición de Ayla. Él había sido el último que la
había visto, y temía que algo que él hubiese dicho o hecho, que hubiese
desvelado sus intenciones respecto a ella, habría sido el detonante para que
Ayla se marchase.
-No exactamente. Se culpabiliza por vuestra ruptura,
por haberte perdido, pero no por acostarse conmigo-la saliva se acumulaba en su
garganta dificultándole el habla-. Te perdió el día que decidió regresar a
Nueva York, el día que os separasteis.
Recordaba aquel amargo día como uno de los más duros
de mi vida. Desvié la mirada, me sentía humillado y avergonzado. ¿Ayla seguía
enamorado de mí y había rechazado a Bear? No entendía nada, mi cabeza estaba a
punto de explotar, pero si no lográbamos averiguar donde se encontraba Ayla,
nunca lograría saber cuáles eran sus auténticos sentimientos hacia mí, y cuáles
eran los míos hacia ella.
-¿Te dijo algo más?
Bear volvió a encogerse de hombros:
-Palabras y frases sin sentido que no llegué a
comprender. Hablaba más para sí misma que para mí. Algo sobre que todos
habíamos cambiado y no sé qué más. Después solo dijo que se iba a casa, a dónde
empezó todo.
Mi cuerpo se tensó y el corazón de me detuvo durante
un instante que me pareció eterno. Abrí los ojos como platos y los clavé en mi
hermano:
-¿Eso te dijo?
-Sí, ¿por qué?
Intenté marcharme, pero Bear me sujetó por el
hombro:
-Matt,-dijo tragando saliva y apartándose el pelo-debes
saber que no era una cita, ella solo me hizo un favor acompañándome a una cena,
pero aun así, deberíamos hablar de lo que pasó entre Ayla y yo…
Me deshice de su brazo agitando mi cuerpo
bruscamente:
-Hablaremos cuando la encontremos,-le respondí
acuchillándolo con la mirada- y sepa que está bien, que está sana y salva.
Regresé de nuevo al comedor, dando grandes zancadas
y a paso firme y decidido, mis hermanos seguían reunidos alrededor del teléfono
con la voz de Alba sonando por el altavoz. Aparté a Gabey de un empujón:
-¿Alba?
-¿Qué pasa Matt?
-Seguiremos este plan: Tú, Bam y Allison registrad
la habitación secreta del apartamento de Nueva York, las chicas y Bear se
marcharán hacia la editorial. Gabe se quedará en Los Ángeles y hará de enlace
entre todos nosotros-agarré a Gabe por los hombros, autoritario y le señalé con
un dedo acusador que lo desconcertó-. Mira revistas de prensa rosa, Internet…
algún paparazzi la habrá intentado cazar.
-Está bien-respondió mi hermano alzando los brazos,
rindiéndose-¿Qué vas a hacer tú?
-Voy a buscar a Ayla.
* * *
-¿Matt? ¿Has llegado ya?-me preguntó una voz
soberbia al otro lado del teléfono.
-Acabo de aterrizar, salgo del aeropuerto ahora
mismo. ¿Habéis encontrado algo?
Iba cargado con una mochila y nada más, había cogido
lo indispensable y me había metido en el primer avión. Nada más salir del
aeropuerto, el gélido viento me degolló los labios. Me los humedecí con la
lengua y sentí como cicatrizaban las heridas provocándome escozor. Hacía sol,
era un sol lejano y frío, pero dotaba el paisaje de intensos y vistosos
colores.
No me abroché la chaqueta, quería sentir el frío
desgarrándome la piel, la pureza de ese lugar tan salvaje, insólito e
inhóspito.
Empecé a andar hacia el puerto, tenía un largo paseo
por delante, tenía prisa pero iba con calma, con Bam chillándome al oído y
escuchándolo a medias por las interferencias de la cobertura.
-Esta habitación está hecha un desastre-protestó-solo
hay papeles, cuadernos y libros escampados por doquier.
No, eso no era cierto, todo tenía un orden meticuloso
y un lugar exacto, solo que Bam no lo entendía. Solo Ayla podía descifrar el
código que su alienada mente había desarrollado para organizar su cuarto (y su
vida).
-¿Has encontrado el ordenador?
-¿Dónde debería estar?
-Sobre el escritorio.
-¿Te refieres bajo el montón de papeles, libros y
bolígrafos?-respondió soberbio.
-Bam,-refunfuñé-no protestes y busca el ordenador
portátil.
-Aquí no hay nada, Matt. Se lo ha tenido que llevar.
Maldije entre dientes. El ordenador podría habernos
dicho que páginas había visitado, si había comprado algún billete de avión o si
había estado hablando con alguien. Tampoco me sorprendía que Ayla se hubiese
llevado el ordenador, pero tenía que intentarlo, era su principal herramienta
de trabajo… al fin y al cabo, ella era escritora. ¡Eso es! Ayla era escritora.
-Bam, escúchame atentamente, tienes que buscar una
serie de cuadernos, con anillas en espiral y tapas de colores. Te parecerá que
no, pero están ordenados por fechas y números. En la portada, con rotulador
negro llevan escritos la palabra Diario
y el número al que le corresponde. Busca el más nuevo, con fechas más
recientes.
-Me pondré a ello, ¿pero que son esos cuadernos?
-Son los diarios de Ayla. Ella anota allí todas sus
ideas, sus pensamientos más profundos. Hace esquemas, dibujos, bocetos... de
los que salen sus historias. Si encontramos el más reciente sabremos en que ha
estado pensando estos últimos meses. Marcharse así de repente no es una
decisión que haya tomado a la ligera, llevará tiempo meditándolo.
-¿Estás seguro hermano?-fruncí el ceño-Te recuerdo
que estamos hablando de Ayla, esa chica no piensa las cosas dos veces antes de
hacerlas. Es impetuosa, decidida, lanzada y cabezota. Además, seguro que el Diario más nuevo lo llevará con ella.
-Tenemos que intentarlo, Bam.-le supliqué
mordiéndome la lengua-Tú busca el Diario más
nuevo, quizá nos dé una pista del motivo de su marcha. Mira las fechas,
sobretodo.
-Sí, sí, te he entendido. Te llamo un rato.-me
respondió cansado.
Una larga avenida de asfalto desgastado daba paso al
puerto, que me llamaba desde la lejanía, hundiendo sus poderosas olas de agua
oscura como lenguas dentro de la bahía. Había pequeñas embarcaciones entrando y
saliendo continuamente: desde barcos de pesca, casas flotantes hasta barquitas
turísticas. Aun me faltaba un rato para llegar cuando mi teléfono sonó de
nuevo:
-¿Rainy? ¿Tenéis algo?
- Bird y Bear están en el despacho de Ayla, en la
editorial registrando su ordenador, -me informó mi hermana pequeña- pero solo
han encontrado emails de trabajo y páginas web relacionadas con la empresa, ni
una pista sobre dónde podría estar o los motivos que la han llevado a marcharse
tan de repente. ¿Tú tienes alguna novedad?
-Acabo de aterrizar.
A pesar del frío, estaba sudando más que un pavo en
Nochebuena.
-Estoy en su apartamento, y la verdad Matt, no
sabría decirte la ropa que le falta, si de verano o de invierno, ni siquiera sé
si le falta ropa, quizá se he ido solo con lo puesto… El pasaporte no está, lo
que significa que Ayla ha tenido que salir del país, ¿seguro que no está en
España?
-Ayla es extranjera, viaje donde viaje tiene que
llevar su pasaporte y el permiso de residencia. Estamos como al principio, no
sabemos si sigue en América o si puede estar en China. Vamos Rainy-le insistí
entre dientes-eres una chica inteligente, tiene que haber algo que nos dé una
pista sobre el paradero de Ayla.
-¡Matt, aquí no hay nada!-Rainy estaba agotada.
Había tenido que madurar mucho en poco tiempo y estaba exhausta. Al fin y al
cabo solo tenía quince años-¡Aaaah!
Mi hermana gritó al otro lado del teléfono:
-¿Rainy? ¿Rainy estás bien?
-Sí, perdona, había un gato en el armario…
Abrí los ojos como platos y me rasqué la barba. El
gélido viento me cortó los labios y me vidrió los ojos, pero no me abroché la
chaqueta, me gustaba como el frío me erizaba el pelo del pecho. Se parecía a
las manos de Ayla, sus dedos como témpanos de hielo arañándome con pasión la piel
agrietada.
-¿Un gato? ¿Cómo era ese gato?-me apresuré a
preguntar, si la hubiese tenido delante la hubiese zarandeado con todas mis
fuerzas.
-A rayas naranjas.
“Es el gato de Alba, no es Sam”.
-¿Hay otro gato en la casa, Rainy? Un gato peludo y
gris.
-No lo sé, Matt, aquí solo veo al gato atigrado-respondió
nerviosa-¿Por qué?
-Tú búscalo, Rainy. Busca a un gato peludo y gris.
-Está bien, está bien. Más vale que esto sirva de
algo…
Rainy se arrastró por todo el apartamento, llamando
al gato peludo y gris. La escuchaba nervioso al otro lado del teléfono, con la
garganta seca y un cosquilleo recorriéndome el esófago.
-He encontrado al gato-dijo finalmente-. Estaba
durmiendo en una de las habitaciones.
-¿Estás segura de que es él? ¿Es el gato de Ayla?
-No lo sé, Matt. Es gris, peludo y tiene los ojos
azules.
-¿Lleva un chapa con el nombre de Sam?
-Déjame ver… sí, la lleva.
Respiré aliviado.
-¿Qué significa esto, Matt? ¿Por qué tanto interés
en el gato de Ayla?
-Ayla adora a su gato, si no se lo ha llevado es que
está realizando un viaje de ida y vuelta. Piensa regresar.-a lo lejos una
pequeña embarcación se aproximaba hacia el puerto.
Alguien me saludó agitando el brazo enérgicamente y
yo le devolví el saludo:
-Te dejo Rainy, mi transporte ha llegado.
-Seguiremos investigando, si tiene pensado regresar
ha tenido que dejar más pistas. Infórmanos sobre cualquier novedad.-respondió
ella seriamente antes de colgar la llamada.
El esquife todavía no había atracado cuando mi
teléfono sonó una tercera vez: Bam de nuevo.
-¿Tienes algo?-pregunté nada más descolgar.
-He encontrado los diarios.-la voz de Bam temblaba,
parecía muy cansado y triste, como si tuviese que darme una muy mala noticia.
-¿Y bien? ¿Alguna pista?
-No, nada sobre donde ha podido ir, pero
Matt-suspiró profundamente-en el último diario hay algo que deberías leer. Voy
a enviarte un par de fotos.
-¿A qué te refieres? ¿De qué se trata?-un escalofrío
me recorrió todo el cuerpo.
Estábamos hablando de Ayla Hurst, la indómita e
impredecible Ayla, que por mucho que la conocía, nunca conseguía adivinar su
siguiente movimiento. Y en aquel diario estaban escritos sus pensamientos más
profundos, sus deseos más secretos… ¿Qué era lo que Bam Bam quería que viese?
Lo escuché tragar saliva a través del auricular:
-Matt, Ayla había escrito tus votos
matrimoniales.-sentenció solemne como una pena de muerte.
Me encogí de hombros.
-¿Y qué? Estábamos prometidos, es normal que
escribiese nuestros votos…
Pensé inconscientemente, Ayla nunca había estado del
todo segura sobre la celebración de esa boda, entonces, ¿por qué había escrito
esos votos?
-No lo entiendes,-me gritó Bam desesperado- vosotros
rompisteis en agosto y estos votos están escritos en septiembre. Matt, ella te
sigue amando…
No reuní la fuerza necesaria para leer esos votos
matrimoniales que Bam me había enviado, afortunadamente no tuve que esperar
demasiado a que llegase mi transporte. De un salto me metí en el pequeño y
viejo esquife y salimos del puerto a toda prisa. El gélido aire me revolvía el
pelo rizado y gris y me desgarraba el pecho como un cuchillo de carnicero, pero
no había sentido una sensación más placentera en siglos. Ese frío sobre mi piel
y los sentimientos que en mí despertaba solo era comparable al calor del cuerpo
de Ayla sobre mí, aquello también hacía aflorar en mí sentimientos contradictorios
de amor y odio.
El pequeño esquife se deslizaba veloz entre islas
montañosas, de escarpadas cumbres y nieves perpetuas. Principios de otoño. El
cielo gris presagiaba una de las primeras nevadas de la temporada. En una isla,
un par de ciervas lamían las rocas de sal. A lo lejos, una familia de orcas
empezaba la migración. Nos cruzamos con algunas otras embarcaciones: buques
pesqueros o turísticos, en el trayecto de cuarenta y cinco minutos que conducía
hacia mi destino.
Me aclaré la garganta y miré a mi acompañante:
-Gracias por venirme a recoger, Kenny.
Ni siquiera podía mirarle a los ojos. Era mi mejor
amigo y no había hecho ningún ademán por contactar con él durante este último
año: ni una carta, ni una llamada… nada, absolutamente nada, sin embargo,
cuando le había necesitado él había sido el primero en acudir sin preguntar.
-Ningún problema, para eso estamos los amigos,
¿no?-sonrió mostrando su dentadura imperfecta-Y dime, ¿qué te trae por Alaska?
Creía que ya teníais solventados todos los asuntos que os unían a aquí. ¿A caso
volvéis a mudaros?
Un destello iluminó los grandes y vivarachos ojos
grises de Kenny.
-No,-respondí melancólico-asuntos personales.
Hacía mucho que no nos veíamos y ambos teníamos
ganas de poneros al día, pero mi obsesión en ese instante era Ayla (en realidad,
Ayla era mi constante obsesión) y hasta que no la encontrase sana y salva, mi
humor no volvería a la normalidad.
Kenny no se desanimó, se colocó la gorra roja y
desgastada sobre la cabeza e intentó que estableciéramos una conversación:
-¿Vas a estar mucho tiempo por aquí? Podríamos ir un
día a pescar cangrejos, como en los viejos tiempos.
-Tengo cosas que hacer en California, me quedaré el
tiempo justo. Quizá en otra ocasión.
-De acuerdo,-asintió con tristeza ante mi fría
respuesta- ¿qué tal está tu madre?
-Mejor, ya ha terminado el tratamiento. Gracias por
preguntar.
-¿Y tus hermanos? ¿Qué tal están los chicos?
-Bien,-seguí respondiendo sin alterar el tono de mi
voz, monótono-Bam se ha ido a la costa este con Allison y Noah se acaba de
casar.
-¿El pequeño Noah se ha casado? ¡Cuánto me alegro
por él! ¿Y tú para cuándo tienes pensado casarte? ¿Qué hay de esa muchachita
tuya? ¿Cómo se llamaba?-Kenny tenía tendencia a gritar para hacerse oír y su
voz me estaba taladrando el cerebro. Forcé la mandíbula, incómodo-Sí, la
escritora… ¿cómo era? ¿Alya?
-Ayla.
-¡Eso es, Ayla! Es una chica preciosa, algo tímida,
pero tiene un punto pícaro en esa sonrisilla de niña buena…
“¿A mí me iba a hablar sobre el punto pícaro en la
sonrisa triste de Ayla?”
-Ayla y yo rompimos a mediados de verano.-respondí
con un nudo en la garganta, sabiendo que me tocaría dar un montón de
explicaciones que odiaba.
-¿De verdad? ¡Qué lástima! Hacíais una pareja
adorable… La querías mucho.
“¿Mucho? ¡La amaba con locura, joder!”
-¿Puedo preguntar qué pasó?
Me encogí de hombros:
-Prefiero no hablar del tema.-le mentí, igual que
había mentido a toda mi familia, y nadie, a excepción de las dos personas
implicadas (y Alba) en el triángulo amoroso, que conocíamos la infidelidad con
Bear.
-Vaya, es una lástima… -el viento alborotaba la
gorra de Kenny mientras se sorbía los mocos y se limpiaba la cara con el
reverso del anorak- Creí que ella era la definitiva. ¿Y seguro que no lo podéis
arreglar?-negué con la cabeza, abatido- Ambos habéis pasado por muchas cosas
juntos, unidos sois más fuertes.
A lo lejos, el peñón que se alzaba tras la pequeña
población de Hoonah hizo su aparición por el horizonte. Casi habíamos llegado
al destino.
-Te lo digo de verdad, Matty,-proseguía Kenny
hablando en un monólogo interminable-te conozco desde hace mucho, y nunca te he
visto mirar a nadie de la manera en la que mirabas a Ayla. Se te veía
tranquilo, en paz contigo mismo y con el mundo.
“¿En paz conmigo mismo? Estar con Ayla es una
montaña rusa de emociones: una guerra constante, una lucha que no acaba nunca…
aunque peleaba esa batalla con mucho gusto”.
-Ni siquiera cuando te encaprichaste por Allison
tenías esa mirada.
Las palabras de Kenny estaban haciendo mella en mi
corazón. Cada frase era un clavo que se me clavaba más y más profundamente en
el pecho. Mis lágrimas se convirtieron en cristales congelados cuando
resbalaron por mis mejillas.
-La perdí Kenny, ¿de acuerdo? La perdí…-mi amigo me
miraba desconcertado frunciendo el ceño, mientras esquivaba las embarcaciones
del puerto de Hoonah-Por mi culpa la acabé lanzando en brazos de otro hombre…
-¿Entonces fue todo culpa tuya?-preguntó tranquilo
-¡No! ¡Sí!- no sabía que responder-Fue cosa de
ambos… y ahora ni siquiera podemos mirarnos a la cara sin odiarnos.
-Estoy seguro de que Ayla te sigue amando, Matt, y
seguro que termina perdonándote lo que tú dices que hiciste, igual que tú la
perdonarás a ella, porque, lo quieras o no, amigo mío, una parte de ti la sigue
amando, y la amarás hasta el día del juicio final…
Me enjuagué el rostro con la manga y me rasqué la
incipiente barba. Kenny empezó a virar para atracar su pequeño esquife blanco a
motor.
-No creo que esa parte siga viva en mí, Kenny, entre
Ayla y yo se acabó el amor, solo quedan recuerdos.
“Bonitos y dolorosos recuerdos”.
-¿Ah no? ¿Si no sientes nada por ella, entonces por
qué has venido hasta Alaska a buscarla?-abrí los ojos como platos y clavé mi
mirada en Kenny.
Rio, su aliento apestaba a whisky y volvió a
limpiarse los mocos con la manga:
-Ella está aquí, Matt-me quedé de piedra, incapaz de
pronunciar palabra-y te está esperando.
* * *
El corazón se me detuvo cuando llegué a la parte
trasera de aquella conocida cabaña. Daba al mar. Era una tarde de principios de
otoño de mucho viento, y el océano de un color muy oscuro, casi negro, se
agitaba nervioso removiendo masas de espuma blanca. En la lejanía, los barcos
pesqueros regresaban a puerto cabalgando las olas de la mejor manera que
podían. Sobre el cielo gris claro, las nubes paseaban a gran velocidad.
Ella estaba allí, tal y como yo creía y tal como me
había confirmado Kenny. Estaba sentada de cara al mar, sobre una manta de
cuadros. Se había echado otra sobre los hombros para protegerse del viento. El
pelo se agitaba alrededor de su rostro al mismo ritmo que las briznas de
hierbas marrones y verdes. Había decidido mantener su indomable melena ondulada
a la altura de los hombros, de esa manera acentuaba los rasgos delicados de su
rostro y los pómulos difuminados. Sobre la manta había una taza y un cuaderno
de notas. Entre sus manos sostenía un libro del cual no pude leer el título.
Esa era la chica de la que me había enamorado, esa y no la estirada que tenía
una mansión en Sonoma y dirigía una importante editorial.
Se me secó la boca y la garganta me picaba a rabiar.
Era incapaz de hablar. Ella no me había visto aún. Avancé con pasos temblorosos,
sin tener demasiada idea sobre qué diría o sobre qué haría. Estaba bien, sabía
dónde estaba y ya la había visto con mis propios ojos, como había dicho a mi
familia que haría. Podría irme por donde había venido y cerrar aquello que
llevaba casi dos años torturándome. Pero seguí caminando con las piernas temblorosas.
Respiré hondo. No sé de donde conseguí reunir la suficiente fuerza como para
pronunciar aquel nombre:
-Ayla.
Ella me miró con los ojos cristalizados por el frío
y sus labios vibraron incontroladamente.
-Sabía que lo entenderías.-dijo antes de levantarse
de un salto y correr hacia mí al mismo tiempo que yo arrancaba a correr hacia
ella.
“Donde empezó todo”.
De repente ella volvía a estar entre mis brazos. El
impacto me dolió más de lo que me esperaba. Mi corazón latía muy deprisa y se
me nubló la vista. La estreché con fuerza contra mi pecho, la sentí temblar.
Tenía la piel fría y erizada. El dulce olor de su pelo despertó en mí recuerdos
demasiado dolorosos. Aquel momento había sido ansiado y temido. Era un sueño a
la vez que una pesadilla. Me separé de ella y le palpé el rostro con ambas
manos para asegurarme de que estaba bien: las mejillas y la pequeña nariz
estaban enrojecidas por las bajas temperaturas. Tenía la piel excesivamente
pálida, casi enfermiza, los labios rasgados y también blancos y dos bolsas
negras bajo los ojos. Ella me sonrío almendrando la mirada. La sujeté por las
mejillas y como un auto reflejó la besé en los labios sin pensármelo, ella
respondió aquel beso. Había añorado demasiado el sabor de sus labios y la calidez
que desprendía su boca. Tenía ganas de gritar.
La volví a estrechar contra mi pecho y la mecí con
cuidado, envolviéndola en mis brazos, protegiéndola del mundo, cuidándola como
debería haber hecho. Ambos temblábamos de frío y de miedo. Mil cuchillos se me
clavaban en el corazón mientras recorría aquel cuerpo que tan bien conocía: los
pechos contra mi torso, la depresión de la cintura y las voluptuosas caderas.
Recordaba su traición, su pérdida, pero también los buenos momentos vividos: su
risa, la manera en la que le brillaban los ojos. Su voz cuando me hablaba y su
calor cuando hacíamos el amor.
-No vuelvas a hacer algo así nunca más, ¿me oyes?
¡Nunca más!-la regañé de la misma manera en la que regañaba a mis hermanos
pequeños limpiándole las lágrimas saladas con los pulgares.
* * *
Obligué a Ayla a llamar a Alba nada más entrar de
nuevo en la casa, y mientras le echaba una bronca que incluso consiguió que yo
me sintiese mal, envié un mensaje a Rainy, a Gabe y a Bam diciéndoles que había
encontrado a Ayla y que estaba bien. Todos querían que les diese más
información sobre cómo la había localizado y cómo había sabido donde estaba,
pero antes de que me bombardeasen con llamadas, apagué el teléfono.
Separé el móvil de la oreja de Ayla y activé el altavoz.
Alba gritaba histérica:
-¿Cómo narices se te ocurre hacer algo así, Ayla?
¡Ni siquiera sin decírmelo a mí! Tú sabes el susto que nos has dado a todos… ¿Y
el pobre Matt, que?-Ayla me miró de reojo.
Estaba tan guapa con las mejillas sonrojadas.
-Ha tenido que coger un avión para ir a buscarte. Estás
en deuda con él y conmigo de por vida, señorita Hurst.
-Alba, lo siento…-intentaba decir Ayla-te prometo
que no volveré a hacerlo, pero es que de verdad, necesitaba tiempo para mí…
-¿Y no puedes tener tiempo para ti sin decirme antes
dónde estás?
-Lo importante es que la hemos encontrado y está
bien.-interrumpí yo haciendo callar a Alba.
-Tienes razón, Matt. Gracias por todo, si no fuera
por ti jamás hubiese localizado a la loca de mi amiga, a saber que habría hecho
allí sola si no la hubieses encontrado. En fin, lo hecho, hecho está.-suspiró
resignada-¿Cuándo volvéis? Hay un montón de cosas que hacer aquí…
Ayla clavó sus ojos en mí, estaba pálida como la
leche, con los labios apretados y los ojos vidriosos. Ninguno de los dos se
atrevió a responder a la pregunta de Alba.
-¿Chicos? ¿Estáis ahí? ¿Se ha cortado la llamada?
Sin decir nada colgué el teléfono, y antes de que
Ayla pudiera hacerse con él, lo cogí y lo lancé contra el sofá. Ambos nos
quedamos de piedra, petrificados mirándonos el uno al otro, sin saber bien qué
decir, qué hacer ni cómo actuar. Tenía que luchar severamente contra mis
impulsos: me temblaba todo el cuerpo, la amaba y la odiaba a la vez, deseaba
con todas mis fuerzas alejarme de ella, al mismo tiempo que quería hacerle el
amor con pasión una y otra vez. El labio de Ayla vibró ligeramente y sus
enigmáticos ojos verdes estaban clavados en mí. Si lo que Bam me había dicho
era real, ella me seguía amando, pero entonces, ¿por qué había quedado con Bear
apenas una semana antes?
-¿Preparo café?-conseguí escupir con un inquebrantable
nudo en la garganta.
Ayla hizo palomitas y sacó, además, patatas, frutos
secos y bollos de chocolate mientras yo preparaba el café. Encendí la chimenea
en lugar de la calefacción eléctrica. Sacamos unas cuantas mantas y las tiramos
sobre el largo sofá de piel oscura, rebajamos la luz para darle un toque más
íntimo y corrimos las persianas. Empezaba a anochecer.
Ella se sentó en el sofá, envuelta en una manta, con
una taza humeante entre las manos. Por el frío, tenía los ojos vidriosos y las
mejillas y la nariz enrojecidas. Yo estaba sentado a su lado, mi taza reposaba
en la mesita de café de madera clara. Tenía el estómago cerrado por los nervios
y no paraba de restregarme las manos, nervioso. Ninguno de los dos se atrevía a
romper el hielo:
-Gracias-dijo ella alzando la voz y dejando la taza
sobre la mesa. La miré con curiosidad.-Gracias por venir a buscarme, Matt-sus
mejillas se sonrojaron e iluminaron su mirada de ojos verdes-Me parece un gesto
muy bonito, aunque siento todas las molestias que os he causado a todos, te
prometo que te pagaré el billete de avión y todos los costes que hayas podido
tener…
-Tú no tienes que pagarme nada, Ayla. Nadie me ha
obligado a venir aquí. Estaba muy preocupado…. Es normal que desaparezcas sin
dejar rastro, pero siempre le dices a Alba donde estás, que ella no lo supiera
me puso histérico. Menos mal que le diste aquella pista a Bear, sino no hubiera
sabido por dónde empezar a buscarte.
“Una pista que solo yo logré entender y que guardé
el significado solo para mí”.
Ella esbozó una sonrisa tímida:
-¿Estabas preocupado por mí?
-¿Qué preguntas son esas, Ayla? ¡Claro que estaba
preocupado por ti! ¿Quién te crees que soy? Que no estemos juntos no significa
que quiera que te pase nada malo. Eres importante para mí, si te hubiese
ocurrido algo y yo no hubiese venido, no podría perdonármelo nunca… Por cierto,
¿por qué has venido aquí?
“¿Alaska? Hubiese ido hasta el final del mundo para
encontrarte?”
Ayla se mordió el labio:
-Necesitaba estar un tiempo a solas conmigo misma.
Tenía muchas cosas en las que pensar, y no quería que Alba o Teddy estuviesen
machacándome con llamadas, videoconferencias o emails. Todo había cambiado
Matt: Mi hogar, las personas que amo, mi profesión… Necesitaba ir a algún lugar
donde me sintiese a salvo, donde me sintiese segura, y solo se me ocurrió venir
a la cabaña de Hoonah.
-Te entiendo perfectamente.
Para desconectar de las preguntas y los intentos de
animarme de mi familia, me había mudado al patio trasero en una tienda de
campaña pintada como un tipi indio.
-¿Cómo estás?
-Bien.-forcé una sonrisa que delató mi mentira.
-¿Por qué me has besado antes, Matt?-la pregunta me
cogió totalmente desprevenido.
Abrí la boca, pero de ella solo salieron balbuceos
sin sentido que me hicieron quedar como un idiota.
-Yo… no lo sé-tartamudeé mientras mis mejillas se
incendiaban-. Pensaba que te había pasado algo malo y en cuanto vi que estabas
bien… no lo sé Ayla, la verdad. Fue un impulso, un impulso tonto. Lo lamento si
te hice sentir incómoda.
-Todo está bien, tranquilo.-me respondió mientras me
devoraba con su mirada felina enmarcada por su cabello rubio rojizo.
Ella me había devuelto el beso. Ayla se deshizo de
la manta que la envolvía y se acercó a mí arrastrándose por el sofá. Vestía
vaqueros y camisa de cuadros desabrochada. Yo me quedé quieto, petrificado. Un
intenso calor me recorrió la espina dorsal. Mis ojos huían de los de ella,
evitando esa mirada que mataba. Ayla se apoyó sobre mí y me acarició la
mejilla, girándola para que obligarme a encararme a ella. Se mordió el labio
inferior y me susurró al oído.
-Ese beso no me ha incomodado para nada, es
más,-respiró en mi oreja con sensualidad, apoyando los labios en el lóbulo-me
gustado mucho.
Se separó de mí lentamente. Su voz me había
provocado un cosquilleó que me electrificó todo el cuerpo. La miré embelesado,
mis pupilas se dilataron, sentía todos los músculos de mi cuerpo rígidos como
palos. Inseguro, y con una mano temblorosa le acaricié la mejilla, cerró los
ojos, aspirando mi aroma, y la besé en la boca, con cuidado, con temor a
romperle si me dejaba llevar. Ayla buscó mi lengua, pero no la dejé entrar. Me
empezó a acariciar el pelo con pasión, como solo ella sabía hacerlo. La
respiración de los dos de agitó. El olor femenino de ella, tan familiar, tan
añorado a la vez que tan temido me penetró en las fosas nasales, activando y
enloqueciendo todos mis sentidos. Con miedo, la tomé de la cintura, sin
despegar mi boca de ella. De nuevo, sentía sus formas bajo mis manos: la
depresión del centro, las provocativas caderas y los pechos altivos y
juveniles. Ella siempre conseguía lo que quería, me tenía completamente
dominado, doblgado a sus pies. Ni siquiera yo era consciente de lo que la
añoraba, de la manera en que la deseaba. Había desaparecido la tentación de
dañarla, de retenerla, de hacerla mía… Porque ella no era mía, en cambio yo era
total y exclusivamente de ella. Quería hacérselo dulcemente, mirándola a los
ojos, con nuestros cuerpo enredados los unos con los otros.
Perdí el control de mi cuerpo, y el odio que sentía
hacia Ayla rápidamente se convirtió en una ardiente pasión, en un deseo
inconcebible de poseerla, de hacerla mía. La empujé con brusquedad contra el
sofá, acoplándome sobre ella. Abrió las piernas para mí, y, ya dispuesto, me
encajé en su pelvis. Mis manos, ansiosas, recorrieron todas sus formas, tomando
una nalga y clavándole las uñas en el muslo sobre la tela vaquera. Le agarré un
pecho sobre la camiseta, apartándole la camisa de cuadros que dejó a la vista
la provocativa silueta de sus hombros. Tenía el cabello revuelto sobre el
rostro, se lo aparté con delicadeza. Ayla, con el semblante serio, deslizó sus
manos hacia mi cremallera, pero entonces, algo se bloqueó en mí y un engranaje
de mi maltratado cerebro se encalló:
-Todavía no quiero hacer el amor contigo, Ayla.
“No me hagas caso, sí que quiero”.
Me incorporé, y una ola de frío me sacudió el pecho
cuando dejé de sentir el calor del cuerpo de Ayla. Ella también se incorporó,
mirándome desconcertada. La tomé de las manos:
-Ayla, ten por seguro que te he amado más que a
nadie en esta vida,-le confesé- pero después de lo ocurrido,-suspiré
profundamente. Ella me acarició el hombro, comprensiva-aún no estoy seguro de
lo que siento por ti… He pasado un miedo horrible pensando que podría haberte
pasado algo malo, y eso me hace pensar que una parte de mí se niega a que
desaparezcas de mi vida, pero la infidelidad con Bear está ahí, Ayla, y no va a
desaparecer por mucho que la ignore.
-Matt, no entiendo que me quieres decir.
-No quiero hacer el amor contigo hasta que aclare
cuales son mis sentimientos.
-Está bien-asintió Ayla-. Lo respeto. Es un acto muy
noble por tu parte-miró a su alrededor, nerviosa, y se limpió el sudor de las
manos en los vaqueros-.Estarás agotado del viaje, lo cierto es que yo también
estoy algo cansada-bostezó exageradamente-.Creo que me voy a ir a arriba a
dormir.
-A los dos nos vendrá bien descansar.
Forzó una sonrisa:
-Ya sabes dónde están el baño y la cocina. Ya te he
sacado las mantas del sofá y si necesitas cualquier cosa estoy en el piso de
arriba. Buenas noches, Matt.
Me aclaré la garganta:
-Buenas noches, Ayla.
La vi desaparecer escaleras arriba. La madera crujía
sobre mi cabeza bajo los pies de ella, antes de subir del todo, agachó la
cabeza y me llamó:
-Gracias por venir a buscarme.
Le sonreí como un idiota.
Como un león enjaulado, pasé largo rato andando de
un lado para el otro del salón, preguntándome cuáles eran mis auténticos
sentimientos hacia Ayla: ¿la amaba? Sí, por supuesto, con toda mi alma. ¿Jamás
podría volver a confiar en ella? También, se había acostado con mi hermano,
¿cómo podría perdonar eso? ¿Pero y si lo que me había dicho Bear era verdad?
Ayla lo había rechazado, ¿se habría dado cuenta de que era un error y de que me
amaba a mí? ¡La cabeza estaba a punto de estallarme! Me senté en el sofá y me
rasqué la barba.
Había escrito nuestros votos matrimoniales…
Rápidamente busqué mi teléfono, pero deseché la idea de leerlos al instante,
aquellas palabras podrían conseguir que me derrumbase por completo. ¿Por qué la
había besado nada más verla? ¡Cómo había sido tan idiota de besarla! Para
empezar, ¿por qué había ido a buscarla, y además solo? ¿Si de verdad me amaba,
habría estado con otro durante todo este tiempo? Yo no había estado con nadie,
ni siquiera lo había intentado, me había encerrado en mí mismo, y en mi tipi
indio construido en el patio trasero de casa de mis padres.
¿A qué extraña prueba me estaba sometiendo mi
subconsciente? ¿Estaría ella tan confundida como yo? ¿En que estaría pensando
Ayla en ese mismo instante?
Ya no escuchaba la madera crujir, probablemente se
habría acostado ya y yo debería hacer lo mismo. Me quité los zapatos y el
jersey y me tumbé en el sofá de piel. Aunque no tenía frío, me tapé con la
manta. ¡Craso error! El aroma de Ayla estaba impregnado como perfume en
aquellas mantas: su característico aroma femenino, intenso, que se mezclaba con
el olor dulzón de su cabello. Como se intensificaba aquella fragancia cuando se
excitaba, como me perforaba los pulmones y me hacía desearla más y más y más…
Clavé las uñas en la tapicería del sofá, pensando en ella, me había empalmado.
¡Qué idiota soy! Ella, mi objeto de deseo, de pasión, la única capaz de aplazar
mi ira, de domar al hombre primitivo que llevaba dentro… era inalcanzable, a la
vez de encontrarse peligrosamente cerca de mí.
A saber qué extraño impulso me llevó a levantarme
del sofá y a subir las escaleras de madera sigilosamente, para cuando quise
darme cuenta, ya no pude parar. Estaba allí, plantado como un pasmarote, sin
saber qué hacer, sin saber qué decir, oculto en la oscuridad, muerto de miedo.
Me asomé disimuladamente por el marco de la puerta. Había luz en la habitación,
no la luz principal, pero si una lamparita que Ayla tenía en su escritorio:
estaba trabajando, mejor, estaba escribiendo. Hacía mucho que no la veía
escribir… y aquella era su auténtica pasión. Sí, llevar una editorial estaba
bien, pero nada comparable para lo que ella había nacido: Ayla era escritora.
Di un paso adelante y me planté allí, rígido como un
palo de escoba y me aclaré la garganta para llamar su atención. Ayla estaba
sentada en su escritorio, con las piernas cruzadas. Se había puesto el pijama:
una camiseta de tirantes blanca, con encaje en la parte superior de los pechos
y un culote elástico azul marino. Para los incontrolables espasmos de mi cuerpo
excitado, comprobé con deleite que no llevaba sujetador. Me relamí los labios,
sediento:
-¿Matt? ¿Estás bien? ¿Ocurre algo?-se volvió hacia
mí:.
Me rasqué el pelo, nervioso y me mordí el labio
mientras reseguía, con las pupilas dilatadas las hermosas curvas de Ayla. Era
indescriptible la manera en la que ella me excitaba, me provocaba. Recordaba
con demasiada claridad lo que había sucedido en esa misma habitación, dos años
atrás… y en cómo estuve a punto de correrme nada más sentir la piel cálida y
suave de Ayla contra la mía. Recordar aquel momento me endureció y crucé las
piernas para disimular la erección, la sonrisa pícara de ella me indicaba que
sabía de sobras lo que estaba sucediendo:
-Solo quería saber que estabas bien-le respondí
nervioso mientras una gota de sudor me resbalaba por la sien-. Las noches en
Alaska pueden llegar a ser muy frías y solitarias, y he pensado que quizá te
gustaría tener un poco de compañía…
Aquella sensual sonrisa no se borraba de su rostro.
Se apartó coqueta un mechón de pelo de la cara:
-No te preocupes por mí, estoy perfectamente.
-¿Estás segura?-di un paso hacia ella mientras Ayla
se levantaba de su silla-De verdad que no me importa dormir aquí contigo para
que no tengas frío ni pases miedo.
-Creo que ya has hecho bastante por mí viniendo
hasta Alaska a buscarme. Ve a dormir Matt. Además, ¿no has dicho que
necesitabas aclarar tus sentimientos hacia mí?-me gustaba el tono irónico y
bromista en el que me hablaba- Permíteme decirte que no creo que dormir conmigo
sea una buena manera de aclarar dichos sentimientos.
-Correré el riesgo-respondí caballeroso mientras
daba otro paso hacia Ayla y ella se acercaba a mí analizándome con su mirada
felina.
-Muy heroico por tu parte.-bromeó.
-¿Qué quieres que te diga? Estoy hecho todo un
caballero.
Mis dedos se engancharon en la goma de su culote y
sin previo aviso, se introdujeron dentro. Acaricié el vello de su sexo y con
suavidad rocé sus labios rosas y carnosos y el fruto de placer que se ocultaba
entre ellos. Ayla suspiró profundamente y cerró los ojos.
-¿Matt?
-¿Si?
-¿No has dicho que no querías hacer el amor hasta
que aclarásemos nuestros sentimientos por el otro?
-Sí, efectivamente. Eso he dicho.-sus caderas se
balanceaban buscando mis caricias.
Su respiración acelerada me excitaba todavía más.
-Creo que los dos dedos que acabas de meter dentro
de mí no opinan lo mismo.
Ella me tomó por la cintura y deslizó mi camiseta
sobre mi cabeza y la lanzó al suelo. Acarició mi pecho con deleite, como si intentase recordar todas y cada una de sus formas, sus pecas, sus cicatrices. Sobre él, descansaba un colmillo, sobre el de ella, el anillo que le había regalado cuando nos prometimos. No se lo había quitado.
Mis dedos la buscaban, se metían y salían
de ella lentamente. Estaba húmeda y caliente, sus músculos se contraían,
anhelándome.
-Esto no es hacer el amor…-aclaré cerrando los ojos
para concentrarme plenamente en sus caricias y en los espasmos de placer de su
cuerpo.
-¿Y entonces que es?-Ayla me sujetó por los hombros
y pegó su frente a la mía mientras empezaba a gemir de placer.
-Es solo sexo. Solo te estoy tocando…
-¿La
masturbación no cuenta cómo hacer el amor?
-En esto caso no…
-¿Y el sexo oral?
Reflexioné unos instantes mientras ella clavaba sus
uñas en mis hombros:
-Podríamos considerarlo.-respondí relamiéndome los
labios ante la tentadora idea de saborear su interior salado e intenso y sentir
sus fluidos chorrear en mi boca.
-Esa respuesta me vale.
Se separó de mí de un empujón y se arrodilló. Con
sus largos dedos hábiles agarró mi cinturón, lo desabrochó y me bajó los
pantalones. Sus labios besaron mi miembro hinchados sobre el calzoncillo,
humedeciéndolo con la lengua. Una ola de placer me sacudió la columna vertebral
con el hecho de pensar en cómo penetraría esa pequeña y provocativa boca de
labios carnosos.
Masajeó mi sexo con las manos antes de quitarme la
ropa interior. Besó primero el vello gris oscuro que nacía sobre mi
entrepierna, y descendió con besos sensuales hasta llegar a mí placer. Se introdujo
la punta gruesa en la boca, acariciándola con los labios lentamente. Salpiqué,
no pude evitarlo, Ayla provocaba esa sobreexcitación en mí, esas inmensas
sacudidas de placer, de gritos y espasmos incontrolables. Su lengua de víbora
recorrió el tronco de arriba abajo, varias veces, despacio y abarcando todo lo
que podía, sujetándolo con ambos manos. En la base se detenía y jugueteaba con
los testículos, primero con uno y luego con el otro, antes de volver a ascender
y repetir el proceso hasta que las piernas estuvieron a punto de fallarme.
La sujeté del pelo y conduje su boca abierta hacia
mí, para penetrarla como estaba deseando hacerlo. Empezó a chupar con ansia,
con gusto… su motivación y su ferocidad me excitaron todavía más. Me hubiese
gustado tocarla, sentir su humedad y su calor mientras me lamía. Guie sus
movimientos fluidos en torno a mi miembro hinchado encerrado en su boca. Al
principio lo hice lentamente, pero pronto mis gruñidos se intensificaron y
perdí el control de mi cuerpo, empujándola brutalmente contra mi entrepierna,
mientras mis caderas se movían en busca del tan ansiado placer.
-Eso es pequeña, lo estás haciendo muy bien… Sigue
así…sigue así…
Chillé mientras me corría en su boca y mi esencia se
escapaba por la comisura de sus labios. La sujeté contra mí con fuerza, hasta
derramar la última gota dentro de su garganta. Había empleado tanta violencia
que le provoqué más de una arcada, pero cuando tenía sexo con Ayla dejaba de
ser yo, dejaba de ser Matt Brown y me convertía en una bestia salvaje incapaz
de controlarse hasta dominar por completo a su indefensa presa.
Ayla se levantó discretamente, cogió un papel de la
mesilla, escupió todo y lo tiró a la papelera. Aun recuperando el aliento,
cubierto de sudor por el esfuerzo y taquicárdico, tomé a Ayla del brazo, con
fuerza y la estrujé contra mi cuerpo. Tenía la adrenalina por las nubes y mi
voz se volvía ronca por los jadeos y la garganta seca. Le apreté el brazo con
tanta fuerza que la carne de alrededor se volvió blanca.
-Todavía no he acabado contigo.-Ayla palideció y sus
ojos se salieron de las órbitas.
Me deshice de su culote de un fuerte tirón y la
arrastré al suelo de madera conmigo. La calefacción pasaba por debajo y
desprendía un agradable calor. Tumbé a Ayla sobre mí, ella, desconcertada se
dejó hacer. La coloqué de rodillas y me escurrí hasta que mi boca quedó a la
altura de su sexo, que empecé a lamer como un perro sediento.
Ella se estremeció ante mis húmedos besos, y arqueó
la espalda de placer, cerró los ojos y chilló. Tal y como yo pensaba, estaba
excitada, verme corriéndome ante aquella maravilla que me había hecho con la
boca la había puesto a mil. Separé sus labios y los lamí con toda la lengua
antes de sumergirme en la búsqueda de su nódulo inflado y latente que me estaba
llamando a gritos. Cuando encontré la fuente de su placer, la lamí haciendo
círculos con la lengua en veloces movimientos: la mordí con cuidado y la
succioné. Ayla chillaba, se arqueaba hacia delante y hacia atrás y me empujaba
con las caderas con rudeza. Verla de esa manera me hacía desearla de nuevo,
quería penetrarla, mirándola a los ojos, que ella gimiese mi nombre…
-No pares Matt, no pares ahora.-aquella súplica me
llenó de vida por dentro y la lamí con más ansias, con más hambre, con más
intensidad.
La sentí temblar, vibrar y convulsionar. Su cuerpo
se sacudió de placer sobre mi rostro. Gritó mi nombre e invocó a dios. Mi boca
se llenó de sus fluidos y su olor femenino se intensificó para mi deleite. Se
dejó caer hacia delante, todavía entre temblores, apoyando las manos en el
suelo. Rodé hacia un lado y me tumbé a su lado.
Si no estaba suficiente confundido entonces, aquel
intenso encuentro solo había hecho que liar a mi pobre cerebro y a mi pobre
corazón todavía más.
* * *
Despertar junto a Ayla era mejor que un sueño y peor
que una pesadilla. La luz del sol se filtraba por la cortina entreabierta y el
atrapa sueños que tenía colgado junto a ella tintineaba con la fría brisa
matutina. Me froté los ojos, somnoliento, ella dormí a mi lado, de espaldas a
mí. Estaba dormida, lo sabía porque veía su cuerpo respirar tranquilo y en
calma. La piel erizada y medio destapada por el edredón, con el pelo revuelto
sobre la cara. Me incorporé sobre ella y le besé la cabeza mientras la cubría
de nuevo. Ayla se revolvió, protestó, se hizo un ovillo y siguió durmiendo. Su
cuerpo era cálido, siempre había desprendido un calor inusual, acogedor,
apetecible, pero era diferente a como lo recordada: todo estaba en su lugar, no
faltaba nada, cada peca, cada marca y cada cicatriz estaban exactamente donde
mi cerebro evocaba, sin embargo, había algo que no encajaba, no sabía decir que
era, pero algo había cambiado.
Mis sentimientos se encontraban cada día que pasaba
con Ayla, sí, la amaba con locura, nunca dejaría de amarla, y tanto ella como
yo sabíamos que inevitablemente formábamos parte del otro. No obstante, la
traición seguía allí: ella y mi hermano, mi hermano y ella. Me daban jaquecas
cada vez que imaginaba a Ayla sobre Bear, agarrándole el pelo mientras lo
besaba, él clavando sus uñas en sus muslos pálidos mientras la hacía suya. Ella
implorando su nombre en lugar del mío… Sacudí la cabeza, nervioso y miré la
hora. Apenas eran las seis de la mañana. Me puse unos pantalones y bajé al piso
de abajo, necesitaba despejarme antes de enfrentarme de nuevo a Ayla, a la
sensualidad de su boca y a su mirada provocativa. No quería hacer el amor con
ella antes de aclarar mis sentimientos, pero aquella muchacha de caderas
voluptuosas y pecho firme me ponía muy difícil eso de resistirme.
Me lavé la cara con agua helada antes de ir a
desayunar. La ventana de la cocina daba al jardín trasero y por tanto, al mar.
El océano gris estaba tranquilo aquella mañana de principios de otoño. El cielo
estaba cubierto de esponjosas nubles blancas y teñido de celestes, suaves
naranjas y rosas claros. Vi varias gaviotas surcándolo, con un poco de suerte,
si salíamos a la mar veríamos a las ballenas migrando. Saqué una sartén y la
llené de aceite. Saqué el beicon de la nevera y encendí la cafetera, me quedé
admirando la belleza de Alaska: aquella era una tierra fría, cruel y dura, pero
a la vez gozaba de una pureza y una belleza incomparable. Sonreí, era igual que
Ayla, por eso amaba tanto a esa tierra, por eso las amaba tanto a ambas. Ayla
era tan impredecible y despiadada como una tormenta del sur este, pero a la vez
era tan bella como esos amaneceres despuntando entre las olas espumosas del
mar.
-¿Es hermoso, verdad? Pero es una belleza distinta a
la del continente, es pura…
Me volví para encontrarme con ella, con aquella
sonrisa melancólica suya y el pelo revuelto y salvaje alrededor del rostro.
Llevaba una sudadera gris envolviendo sus hombros, sobre la camiseta de
tirantes con encaje. Iba descalza, por eso no la había escuchado llegar. Se
apoyó sobre la encimera de la cocina, no pude evitar desviar la mirada hacia su
sugerente escote.
-Sí, la verdad es que sí que lo es.-admití.
Ayla se mordió el labio, sugerente:
-Has madrugado mucho.
-No podía dormir y no quería despertarte.
-Pues lo has conseguido-sonrió divertida- No hay
quien se resista al olor a beicon de buena mañana.
Le rugieron las tripas.
-¿Quieres un café mientras se termina de freír?
Ayla asintió, cogí una taza del armario, una que era
un suvenir de Ketchikan y llevaba la palabra Alaska y un dibujo de un oso pintado en la cerámica blanca. Vertí
el líquido caliente en ella y se lo acerqué a Ayla. Se relamió los labios y se
apartó un mechón rebelde del pelo, por las mañanas estaba más hermosa que
nunca. Sonreí embelesado, pero cuando ella se fue a llevar la taza a los
labios, palideció como un fantasma, le dio una arcada y salió disparada hacia
el cuarto de baño.
Asustado corrí tras ella, la encontré tumbada sobre
la taza del wáter, con la melena cubriéndole el rostro y la boca sobre el
inodoro, vomitaba. Me arrodillé junto a ella para recogerle el pelo y evitar
que se lo manchara, pero me apartó bruscamente de su lado, dejándome anonadado.
-Ayla, ¿estás bien?-pregunté preocupado.
-Sí,-respondió entre nausea y nausea-no me encuentro
muy bien, debe de ser algo que he comido.
-¿Pero cómo puede ser? Ambos hemos estado comiendo
lo mismo estos días y yo estoy perfectamente.
-Quizá alguna alergia.-se excusó antes de vomitar de
nuevo.
-¿Quieres que vayamos al médico?
Forzó una sonrisa:
-No te preocupes, estoy bien.-estaba verde como una
rana.
-¿Estás segura?
-Sí, tranquilo.-pronunció con un hilo de voz débil y
enfermizo.
Pero Ayla siguió vomitando, se apartó el pelo de la
cara y se sujetó el vientre.
-Está bien, como tú quieras.-respondí no demasiado
convencido-pero al menos deberías tomar algo para asentar el estómago, ¿dónde
guardas los medicamentos?
Me volví hacia el único armario que había en el
cuarto de baño. Tras el espejito del lavabo. Ayla se intentó incorporar a toda
prisa, pero las piernas le fallaron y cayó al suelo, de nuevo:
-¡Matt, no abras ese armario!
Ignoré sus gritos y abrí el armario, tras una caja
de tampones sin abrir y varios botes naranjas de pastillas para controlar las
depresiones y los ataques de Ayla, había un sobre doblado. Tenía un sello en un
lado. Aparté los tampones y cogí el sobre:
-¿Qué diablos es esto?
Ayla se mordió el labio, asustada. Leí las letras
del logotipo que aparecía en el sobre: “Centro
Médico de Hoonah-Angoon”. Podía leer
el miedo en sus ojos mientras mi cerebro iba atando los cabos de aquella
descabellada situación. Primero la miré a ella con los ojos como platos y los
labios secos, Ayla jadeaba agotada por el esfuerzo mientras se abrazaba a sí
misma. Después miré el paquete de tampones, precintado, y por último estrujé
con fuerza el sobre que había en mis manos.
-No, no puede ser… esto no puede estar
pasando…-lloriqueé con los ojos vidriosos.
-Matt…-intentó explicarse ella.
Pero no quise escucharla y salí corriendo hacia la
cocina mientras había el sobre de papel que Ayla mantenía oculto entre sus
medicinas. Cuando pudo levantarse, ella salió tras de mí, gritando mi nombre.
Con manos temblorosas saqué el informe que contenía el sobre y leí el
encabezado:
Centro médico de
la región de Hoonah-Angoon.
Paciente: A.
Hurst
Mujer, 23 años.
Ayla, exhausta, se apoyó sobre la encimera de mármol
negro de la cocina. El esfuerzo la había destrozado: su rostro estaba pálido y
sus mejillas verdosas y los ojos acuosos y enfermizos.
-Matt, escúchame.-me suplicó autoritaria.
Abrí los ojos exageradamente mientras intentaba
articular palabras:
-Estás embarazada…-escupí con miedo, como si al
decirlo se hiciera realidad.
Ella se acercó a mí y me acarició el brazo con
suavidad. Su aliento apestaba a bilis. Tragó saliva y se enjuagó las lágrimas
con el reverso de la manga.
-De ocho semanas.
La noticia me cayó encima como un jarro de agua
helada. Me apoyé en la encimera, devastado:
-Matt, iba a decírtelo, pero estaba esperando el
momento adecuado.
No quería mirarla a los ojos, me negaba a mirarla a
los ojos, si lo hacía, me derrumbaría. Golpeé el mármol con fuerza y apreté
tanto los dientes que me hice daño. La rabia, el instinto animal, primitivo que
dormía en mi interior se estaba despertando. Las mejillas me ardían, sentí como
los ojos se me inyectaban en sangre y todo el cuerpo me temblaba congelado.
Ayla rodeó mis hombros con sus brazos, sus manos estaban heladas:
-Matt, por favor, mírame.
-¿Es mío?-pregunté con firmeza.
Ella se apartó de mí de repente y dio un salto hacia
atrás, ofendida.
-¿Cómo me preguntas una cosa así? ¡Pues claro que es
tuyo! ¿A caso lo dudas?
Me encaré a ella. La mirada desafiante y el mentón
alzado eran gestos muy típicos de Ayla. Mi aliento se filtró en su boca:
-No me faltarían motivos para dudarlo.
Sentí como Ayla reprimía las ganas de escupirme.
-Es imposible que sea de tu hermano, si eso es lo
que estás pensando.-me respondió solemne apretando los dientes y los puños.
-¿Cómo puedo saberlo? Salisteis juntos poco antes de
que vinieses aquí. –de las formas en las que le estaba respondiendo parecía que
me estuviese intentando escaquear de mis responsabilidades, y eso, a Ayla, no
le sentó nada bien.
-Ya estaba embarazada cuando salimos en San
Francisco. Te lo he dicho, es imposible que sea de tu hermano.
Me crucé de brazos, no quería escuchar más excusas.
La rabia fluía por mis venas. Ayla desvió la mirada, el pelo ocultó sus
mejillas enrojecidas.
-Usamos protección.-susurró ella de manera que
apenas pude escucharlo desviando la mirada y con las mejillas enrojecidas-Además,-añadió
volviéndose bruscamente hacia mí-¿Dónde estabas tú hace ocho semanas?
Realicé unos rápidos cálculos mentales en mi mente.
Me mordí el labio hasta casi desgarrármelo cuando me di cuenta:
-Hawái.
-Hawái.-confirmó Ayla asintiendo con la cabeza y con
un deje de tristeza en su mirada.
Me senté en el suelo, derrotado, ocultando el rostro
entre las rodillas, Ayla se sentó a mi lado y apoyó la cabeza sobre mi pelo. Aquellas
dos semanas que habíamos estado en Hawái, antes de que ella me confesase su
infidelidad con Bear, habíamos hecho el amor como conejos una infinidad de
veces, pero yo había sido el que insistió en hacerlo una vez más antes de que
cada uno tomase su camino, ¿y si había sido esa última vez, esa ‘despedida’ la
que la había dejado embarazada?
Sin querer, empecé a llorar, me enjuagué la barba
con la mano y me perdí en su verde mirada:
-¿Qué vamos a hacer?-le pregunté.
Ella se encogió de hombros:
-No estoy preparada para ser madre. Ni tú tampoco
para ser padre.-me acarició con dulzura y con la yema de los dedos la silueta
de mi brazo.
-Pues no nos queda otra.-le respondí al borde del
llanto.
Ayla tragó saliva, el nudo de su garganta le impedía
hablar con toda la claridad que deseaba.
-Sí, sí que la hay.
Clavé mis ojos vidriosos en ella:
-¿Qué quieres decir?
Se apartó el pelo de la cara en un movimiento brusco
y se acarició la tripa con ternura:
-Matt,-me habló con delicadeza-¿por qué crees que he
venido hasta aquí yo sola, sin decir nada a nadie? Ni siquiera a Alba…
Me levanté de un salto apartándome de ella como si
tuviese una enfermedad mortal y contagiosa:
-Vas a perderlo…-dije sacudiendo la cabeza,
incrédulo-Vas a abortar, ibas a abortar sin decírmelo, ¿cómo has podido, Ayla?
Ella intentó acercarse a mí, pero me aparté violentamente,
como si me diese asco que me tocase.
-¡Vamos, Matt! ¿Tú y yo, cuidando de un bebé?-se
burló- Ni siquiera somos capaces de cuidar de nosotros mismos. La decisión está
tomada, este niño no va a venir al mundo.
-¡No puedes decidir esto tú sola, Ayla!-le grité
enfadado. No iba a arrebatármelo, ya me había quitado bastantes cosas, no me
quitaría esto también- Yo también formo parte de esto, soy el padre ¿y qué pasa
si yo sí que quiero tenerlo? ¡Es tanto mío como tuyo, tengo derechos sobre él!
Me encaré a ella con las fosas nasales dilatadas y
echando humo por las orejas, Ayla se mantuvo con esa firmeza en la mirada que
la caracterizaba, desafiante.
-Tú no lo llevas dentro.-farfulló entre dientes como
si le estuviese escuchando, se sujetó el estómago con fuerza-Tu cuerpo no va a
sufrir cambios, ni vas a sentirlo crecer, no lo vas a parir, Matt, yo sí. Y
estoy aterrorizada.
Sus ojos destilaban lágrimas y el labio inferior le
temblaba mientras se lo mordía. Estaba asustada, muerta de miedo. El sol matutino
dibujaba rayas en su rostro de rasgos suaves y arrancaba reflejos al cabello
rubio rojizo. La estreché con fuerza entre mis brazos y la mecí con suavidad,
la sentí temblar entre mi pecho mientras mi alma se desgarraba.
-¿De verdad que no quieres tenerlo, Ayla?-le
pregunté con cariño.
Ayla no respondió, se enjuagó las lágrimas en mi
pecho desnudo. Tenerla tan cerca me provocaba escalofríos, temblores, afloraban
sentimientos dormidos, despertaban dolores que creía sanados… pero ella era
Ayla, Ayla Hurst, aquella joven y perdida escritora de la que me había
enamorado dos años atrás, que me había traicionado, que me había herido pero
que a la vez me había amado y respaldado como nadie lo había hecho nunca. Ella
era mi vida, y lo sería siempre, por mucho daño que me hiciese. Me necesitaba,
me necesitaba más que nunca. Siempre insistía en hacer las cosas sola, pero
esto… esto le quedaba demasiado grande, a ambos nos superaba.
-Llevas aquí más de una semana y aun no te has
decidido a hacerlo, ¿por qué Ayla?
-Es difícil.-me respondió apoyando su mejilla húmeda
sobre mi pecho. Le acaricié el pelo con ternura-Pienso en la personita que hay
dentro de mí, pienso en lo que podría convertirse algún día y en que no soy
nadie para impedírselo ser. Le quiero, Matt, ¿cómo no voy a hacerlo? Es
tuyo…-sin duda, Ayla había pasado demasiado tiempo conversando sobre niños con
Ami Brown.
-Sin embargo,-rio nerviosa-por otro lado pienso que
nosotros lo hemos creado, ¡nosotros, Matt! Míranos, somos un desastre. Yo soy
muy insegura, me escapo del país en cuanto tengo un problema, tengo crisis
nerviosas, ataques psicóticos y he tenido depresión, anorexia y bulimia… y tú,
Matt Brown, no eres mucho mejor… -me escupió con cierto desprecio-eres
irresponsable y padeces del síndrome de Peter Pan. Sufres ataques de ira que no
sabes manejar y creas dependencias obsesivas entorno a personas cercanas a ti.
Estás loco, y eso sin mencionar que eres ex alcohólico.
-Ayla-ella se separó de mí y me perdí en su exótica
mirada.
Le coloqué un mechón de pelo rebelde tras la oreja y
contemplé embelesado la delicadeza y la belleza de su rostro: era preciosa,
delicada como una muñeca de porcelana, con una mirada felina hipnotizadora y
unos labios carnosos y jugosos que pedían a gritos ser devorados. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y se me
llenaron los ojos de lágrimas. Ayla pestañeaba deprisa, sin entender que
sucedía. De entre sus pechos, seguía colgando el anillo de compromiso que le
regalé:
-Ayla-me temblaba todo el cuerpo a un ritmo
incontrolable-Ayla he vuelto a beber.
El gesto de su cara me rompió el corazón en mil
pedazos. Se separó de mí bruscamente, de repente me temía y le repugnaba. Sus
ojos se salían de las órbitas y la mandíbula se había desencajado de la boca:
-Matt, ¿cómo has podido? ¿Cómo has sido capaz?
Di un paso hacia ella y Ayla retrocedió, agarrándose
la barriga. Me percaté de ello, le estaba protegiendo de mí, del monstruo de su
padre.
-¿Qué querías que hiciese?-me defendí con los ojos
inyectados en sangre- Me arrebataron mi hogar, el sitio que más me gustaba del
mundo y me obligaron a desprenderme de él. ¡Mi madre estaba enferma, casi
muere, Ayla! Todo se estaba yendo al garete, mis hermanos ya no eran quienes
fueron, todo estaba cambiando, y además, por si fuera poco… mi prometida, la
mujer con la que quería pasar el resto de mi vida se acostó con mi hermano.
¡Cualquiera en su sano juicio habría vuelto a beber!
Pero Ayla no me escuchaba, estaba demasiado
decepcionada conmigo, demasiado enfadada. Se mordió el labio despreciándome:
-¿Cómo has podido hacerte esto, Matt? ¿Cómo has
podido hacernos esto?-sacudía la cabeza delicadamente y sus mejillas se habían
convertido en dos cascadas.
El veneno que destilaba su mirada me estaba matando
por dentro.
-¿Qué cómo he podido? Quizá, si tu no me hubieras
engañado yo…
Ayla se mordió el labio inferior, furiosa:
-No me eches la culpa de tus desgracias, Matt. Eres
un adulto, quizá,-enfatizó ella-si tú te hubieras comportado como un hombre
hecho y derecho yo no…
Avancé hacia ella a grandes pasos y la agarré con
fuerza por las muñecas. Sentí como sus músculos se tensaban y se ponían rígidos
bajo mis potentes manos. El rostro de Ayla ante mi expresión, con los ojos
vidriosos era de puro terror, se quedó quieta, petrificada como una estatua. Su
piel se volvió blanca como la nieve y el labio le empezó a temblar.
-¡Basta ya!-la regañé salpicando sin querer su
mejilla de saliva-¡Basta! Que nos lancemos mierda el uno al otro no va a
cambiar nada.
El gesto de Ayla se relajó y yo dejé de sujetarla.
Ella se enjuagó las lágrimas con el reverso de la mano y clavó sus ojos
heterocrómicos en mí.
-Tienes razón,-admitió-por mucho que discutamos, no
va a cambiar nada. Yo estoy embarazada y tú has vuelto a beber.
Exhausto me recosté contra la encimera, con la vista
fija en el techo, conteniendo el llano y la frustración. Sentí la dulce caricia
de Ayla sobre mi brazo desnudo, apoyándome. Se acomodó sobre mí y apoyó la
mejilla húmeda sobre mi pecho: mi corazón latía sobre ella, latía por ella.
Volvía a sentir el aroma de su pelo invadiéndome los pulmones: su perfume tan
único, tan puro… que despertaba en mí tantos sentimientos contradictorios.
-¿Qué vamos a hacer, Ayla?-le pregunté devastado sorbiendo
los mocos mientras la mecía con ternura.
-¿Podríamos hacer el amor?-preguntó indiferente.
Me separé de ella para mirarla: ¿Lo decía en serio?
No sabría decirlo, sus ojos no me comunicaban nada, simplemente estaba allí,
plantada ante mí, mirándome como solo ella sabía mirarme. Un mechón de pelo
rebelde le cruzaba los ojos. La sujeté con fuerza por los hombros:
-¿Qué estás diciendo ahora? ¿Cómo va a solucionar
nuestros problemas hacer el amor?
-No va a solucionarlos-negó Ayla con la cabeza-. Si
hacemos el amor yo seguiré estando embarazada y tú seguirás siendo alcohólico,
pero, seamos sinceros, las cosas no pueden ir peor, ¿verdad? Al menos nos
desahogaremos un rato.
Me encogí de hombros. Tenía razón.
No me lo pensé dos veces, envolví a Ayla con mis
brazos y busqué su boca con desesperación mientras ella enroscaba sus largos
brazos en torno a mi cuello, robusto. Le quité la sudadera y con hambre voraz
devoré sus labios, los lamí y los mordí antes de introducir mi lengua dentro de
su cálida boca. Su cuerpo se pegó al mío, la sentía contonearse contra mí, ya
estaba más que listo y dispuesto. Ayla, y solo Ayla, producía ese efecto
narcótico en mí. La deseaba, la deseaba con todos los músculos y huesos de mi
cuerpo.
La agarré de las caderas y la senté sobre la
encimera, mis labios descendieron por su escote. Ella me ofreció uno de sus
pechos, sacándoselo de la camiseta y acercándomelo a la boca: agarré el pezón
con los dientes, lo lamí y lo succioné, se endureció ante mis atenciones y Ayla
gimió. Su respiración se aceleraba por momentos mientras sus manos se enredaban
en mi pelo y me acercaban a ella. De un tirón le quité el culote y mordí la
cara inferior de su muslo. El calor de su sexo me invadió los pulmones. Sentía
un ansia sobrenatural por poseerla, la ansiaba más que nunca: quería besar,
lamer y morder todas las partes de su cuerpo. La besé de nueva en la boca con
pasión. El latido de mi excitación se extendió por todo mí ser, temblaba
intentando no perder el control de mi cuerpo. Su mano juguetona resiguió las
formas de mi torso y me acarició por encima de los vaqueros, cerré los ojos y
ahogué un gemido. Ayla, sin dejar de besarme, me desabrochó la bragueta y metió
la mano del vaquero, empezó a sacudirme lentamente, con sensualidad mientras yo
me derretía ante ella. Se abrió de piernas para mí, introduje dos dedos en su
interior, estaba tan húmeda y caliente como yo: pensé en descender otra vez, a
Ayla le encantaba sentir mi boca en su sexo, era cuando realmente ella se
dejaba llevar, pero cuando intenté descender, ella me agarró con fuerza del
pelo y me susurró a la oreja:
-Hazme tuya, Matt.
Aquello me excitó todavía más: Sin duda, Ayla me
conocía mejor que nadie, al menos en el plano físico. Sabía que debía decir,
cómo y cuándo para excitarme, para hacerme vibrar, para hacer que la desease
más. Sabía que mi mayor deseo era hacerla mía, que fuese mía y me estaba
suplicando, ansiosa, que se lo concediese.
Como un lobo hambriento y con los ojos inyectados en
sangre, me bajó los pantalones, me incliné sobre ella y le embestí con fuerza.
Su cuerpo se contrajo bajo mi peso: vibró, tembló y se estremeció. Me encantó
sentirla tan húmeda y tan dispuesta, aunque añoré detenerme en los preliminares
más tiempo: conocía como le gustaba a Ayla que me entretuviese tocándola y
lamiéndola, aunque en aquella ocasión y por una vez en la vida, ella estaba más
ansiosa por mí que yo por ella. Sin duda, el encuentro de la noche anterior la
había dejado con ganas de más.
Ayla echó la cabeza hacia atrás y acomodó las
caderas para mí, con las piernas en alto. La embestí con fuerza, estrujándola
contra mí, ambos gemimos. Sus miembros se enroscaron en torno a mí y mi
respiración se hundió en mi cuello. Entraba y salía de ella sucesivamente: el
contraste de temperatura era impresionante. Se me erizó el vello de la nuca.
Los músculos de ella se contraían rápidamente cuando sentían mis formas
penetrándola: me agarraban, me succionaban, me retenían. Me separé de ella para
agarrarla por las caderas y seguir penetrándola brutalmente. Su cuerpo se
sacudía en impulsos nerviosos, ella gritaba invocando al cielo, yo gruñía,
desesperado. Se humedeció dos dedos con la boca y se los acercó a la
entrepierna. Me desgarré el labio viéndola tocarse. Agarré su mano y me metí
aquellos dos dedos en la boca: deleitándome con su sabor intenso y salado.
La agarré con fuerza y la alcé, sujetándola por la
espalda mientras ella enrollaba sus piernas en torno a sus caderas. Me miró a
los ojos, me volvía loco cuando me miraba a los ojos durante el sexo. Dejé que
me follara, se agarró a mis hombros y empezó a subir y bajar sobre mi miembro
hinchado, me temblaban las piernas, sus gritos de placer me derretían. Cerré
los ojos y eché la cabeza hacia atrás, empapándome de cada movimiento, cada
sensación y cada cosquilleo que Ayla me provocaba.
-Soy toda tuya Matt, soy tuya, soy solo tuya…-no
paraba de repetir entre gemido y gemido.
La pura realidad era todo lo contrario: yo era suyo,
y aquella loca era capaz de hacer conmigo lo que le viniese en gana.
Apoyé la espalda contra la pared, Ayla apoyó sus
pechos sobre mi rostro y hundí la nariz entre ellos. Chilló de placer, se
contrajo, arqueó la espalda y se corrió mientras yo derramaba mi esencia dentro
de ella. Me deslicé apoyado en la pared hasta quedar sentado en el suelo, con
Ayla todavía encajada sobre mi pelvis. Nuestras frentes la una contra la otra.
Los ojos cerrados, pero fijos en el otro.
Nos quedamos quietos, inmóviles largo rato, quería
que hasta la última gota de mi semilla permaneciese en su interior. Sus
músculos se contraían en torno a mí, que seguía dentro de ella. Nuestros
fluidos se mezclaban, nuestros olores corporales se intensificaron y mi aliento
impregnaba el suyo y viceversa. Sus manos rodeaban con sensualidad mi cuello,
las mías la sujetaban con cuidado de la cintura, rápidamente deslicé mi mano
sobre su vientre y pensé en la vida que crecía ahí dentro. La miré saborear los
últimos instantes del orgasmo. Estaba preciosa con los ojos cerrados, jadeando
cansada con la boca entreabierta. Su respiración volvía lentamente a la
normalidad aunque su corazón bombeaba sangre a toda prisa.
Me hubiese gustado sentirla dentro un rato más, y
añoré sentir su peso sobre mi cuerpo. Era una sensación que había echado mucho
de menos. Se sentó a mi lado y entrelazamos las manos. Ayla apoyó su cabeza
sobre mi hombro y yo apoyé la mía sobre ella. Permanecimos en silencio largo
rato.
-Ayla.
-¿Si?
-Siento haberte echado la culpa sobre mi
alcoholismo. Lo cierto es,-aspiré hondo y se me hizo un nudo en la garganta-que
tú no has tenido nada que ver. Sí, es cierto que estaba afectado por lo de mi madre
y por haber dejado Alaska, pero empecé a beber antes de saber lo tuyo con
Bear.-ella ni se inmutó ante aquella confesión, siguió apoyada sobre mí,
respirando tranquila, con la mirada perdida en el infinito-¿Recuerdas cuando
sucedió lo de Bear? Yo tenía que haber ido a Sonoma con los chicos aquel fin de
semana, pero te dije que tenía gripe… En realidad…-respiré hondo mientras el
cuerpo me temblaba incontroladamente-estaba con resaca, me había pasado toda la
noche bebiendo encerrado en mi habitación, llorando mis penas. Tú parecías tan
feliz con tus nuevos proyectos que no quería meterte en más problemas. Si
hubiese estado aquel fin de semana, quizá nunca hubiese pasado lo de Bear y yo…
¿Ayla, no dices nada?
Ella se encogió de hombros, impasible.
-¿Quién sabe lo que hubiese sucedido aquel fin de
semana si tú hubieras estado? No puedo asegurarte que nunca me hubiese acostado
con tu hermano. Lo hecho, hecho está Matt, y por mucho que nos arrepintamos, no
podremos cambiarlo.
Ayla se incorporó y me miró a los ojos, logrando que
me perdiese en ellos. Me acarició con dulzura la mejilla, agarré su mano y la
besé con amor. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
-Debes saber que no he probado una gota desde que me
enteré de que habías desaparecido. El miedo de que te hubiese pasado algo era
más fuerte que mis ansias de beber.
-Quiero casarme contigo, Matt Brown-escupió Ayla
como una respuesta automática ante mi rostro de asombro-.Alcohólico o no,
quiero casarme contigo. Quiero que formemos una familia, parece un sueño
absurdo y un tópico, pero una parte de mí es lo que desea-se acarició la
barriga-.Que formemos una familia.
El corazón estuvo a punto de estallarme en mil
pedazos. Puse la mano sobre la de ella, encima de su vientre y lo sentí: allí
estaba, no se movía, era tan pequeño que ni siquiera tendría todavía forma
humana, pero estaba ahí y era nuestro. Nuestro hijo, algo que habíamos creado
juntos.
-Hagámoslo entonces-le supliqué con los ojos
iluminados-.Formemos una familia, criemos a este niño juntos. Yo volveré a
desintoxicación y tú a la editorial…
-Matt,-me interrumpió-no es tan sencillo.
-¿Por qué no? La parte complicada es la de hacer al
niño y esa asignatura ya la hemos aprobado.
-No bromees-esbozó media sonrisa-.No es tan sencillo
como parece, porque nosotros como pareja, como familia y como ser humanos, solo
funcionamos bien en un lugar. Un lugar que es una parte fundamental de
nosotros, él único lugar donde una vez en nuestras miserables y patéticas vidas
conseguimos ser felices, y permanecer allí nos apartará del resto del mundo,
pero no hay otro lugar en el mundo a excepción de ese donde desee criar a un
hijo…
Asentí con la cabeza decepcionado, huyendo de su
mirada. La entendía perfectamente.
-Alaska.
Ayla lo confirmó:
-El lugar donde empezó todo.
TODOS LOS CAPÍTULOS ESTÁN DISPONIBLES AQUÍ: http://aylahurst.blogspot.com/p/alaskan-bush-people.html
ENGLISH VERSION: http://aylahurst.blogspot.com/p/no-mans-land.html
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De verdad que cada vez me gusta más la historia, me encantaría que la publicases y poder tenerlo en un libro. Por dios no tardes en el siguiente capítulo. Sigue así! !!!!
ResponderEliminarOjalá alguien te oiga, llevo más de un año intentando publicar un libro sin éxito... Las editoriales no me quieren y tengo que ahorrar mucho para la autoedición. :(
EliminarBueno, no me esperaba que se arreglen tan rapido después de la infidelidad de Ayla y encima se quiere casar ahora después de todo lo que llore cuando dejo a Matt. Pero me emociona leer todo lo que va a pasar en esta nueva etapa como padres.
ResponderEliminarEs loco lo que me pasa con está historia me atrapa ¡gracias,gracias por el capítulo largoooo! Disfrute la lectura ;)
Yo no creo que lo hayan arreglado tan fácilmente... La infidelidad con Bear siempre estará allí, y será algo que a Matt le costará mucho superar. Por otro lado, se siente culpable, porque quizá, si no hubiese vuelto a beber, lo podría haber evitado....
EliminarY que se hayan acostado... no es del todo una reconciliación, es más, como dice ella, "peor no podemos estar", pues tengamos sexo! jajajaj
Me alegra que hayas disfrutado leyendo. Un abrazo.
Me dio la impresión de que Matt no va a querer volver a Alaska por que siente la necesidad de estar y acompañar a su mamá.
EliminarPor otro lado creó que Ayla es muy egoísta quiere que Matt este con ella ahora. Pero se las a mandado todas y siempre es ella. Matt no estuvo con otra persona. Volvió a beber si pero no siento que ella lo apoye como debería y hasta habeses lo ningunea... Es lo que creó..
Ahora algo que estuve pensando haber si me sacas la duda ¿En algún momento de la historia la prensa, los fans o lo que sea saben que ellos están juntos? ¿ salio Ayla en algún episodio de Alaska bush people? por que todo transcurre mientras grababan el show sobre todo en la primera temporada.. Me acuerdo de una ves cuando estaba con bam en el pueblo pero tengo esa duda, lose es tonto Jaja
Que Ayla es egoísta en eso no tengo ninguna duda, jajjaja y orgullosa todavía más, pero para admitir que se ha equivocado es un paso muy grande para ella. ¿La decisión de Matt respecto a eso? Ya lo descubriremos.
EliminarY en cuanto a lo de la prensa o los fans, Gabe se queda en California investigando si la prensa o algún paparazzi los ha captado, pero al parecer Ayla es más discreta de lo que creemos.
Por dios, vaya giro de la historia! Me ha encantado que, a pesar de despedirse... Ellos nunca podrán estar separados, al menos, en su corazón. No tardes en el siguiente, que estoy que me va a dar algo de pensar en lo que se te va a ocurrir para sorprendernos y tenernos intrigados!
ResponderEliminar¡Muchas gracias por el comentario! Me alegra que te haya gustado el dramático giro de los acontecimientos. jajaja. La verdad es que estaba teniendo un día muy malo y leer estas cositas siempre me ponen de buen humor. ¡Un abrazo!
EliminarY yo que me esperaba una reconciliación romántica....menuda sorpresa!!! A ver que rumbo toma esta historia...esperando con impaciencia el siguiente capítulo!!!!
ResponderEliminar¡Me alegra que te haya gustado! Un abrazo enorme. Sí, la verdad que es un dramático giro de los acontecimientos ajajajaj
EliminarLoca y apasionante historia. Me encanta lo que escribes! No quiero esperar para leer el siguiente capítulo! Me dejaste con la boca abierta no me esperaba un bebé tan pronto ¿que van hacer Matt y Ayla con su bendición? Ahora se prendió esto! Ya quiero ver que pasa cuando Amy se enteré, se va a poner tan feliz!
ResponderEliminar¡Me alegre que te guste! Un abrazo enorme
EliminarCuando públicas el nuevo capitulo? Me obsesione!!!
ResponderEliminarPor ahora me estoy tomando un descanso en esto de la escritura, pero espero volver lo antes posible. ¡Pero puedes releerte todos los capítulos que hay hasta ahora que son un montón!
EliminarUn abrazo enorme
Es increible! Descubrí tu blog hace poco y ya deboré todos los capítulos! Leía a cada rato: en casa, en el trabajo, en la locomoción! Incluso debo estar estudiando ahora pero no podía concentrame sin terminarlo todo!
ResponderEliminarEsperando retomes y no abandones Tierra Mojada. Moriré si me quedo con la historia inconclusa
Saludos desde Chile.
Como me lo estáis pidiendo mucho, intentaré tener un capítulo listo para finales del mes que viene, que tendré las tardes libres y más tiempo para escribir. ¡Me alegra que te guste y muchas gracias por el comentario!
EliminarGracias Ayla! Estaremos atentas!
Eliminar¡Familia! ¿Cómo ha empezado este 2019? Tengo buenas noticias, en un par de semanas subiré al blog un adelante del nuevo capítulo de Tierra Mojada junto con un relato que, si os gustó Tierra Mojada, ¡os flipará!
ResponderEliminarIntentaré terminar el capítulo de TM para finales de mes.
¡Pasad un buen finde y que os traigan muchas cositas los Reyes!
Gracias!!!!! estaré mil atenta! y que sorpresa nos traerás!? que misterio *_*
EliminarYo toda contenta pensando que ya habías publicado el nuevo capítulo... Que tristeza.. ¿Ya no continuarás con esta? Una pena.. me encantaba!!
ResponderEliminar¡Publicaré más capítulos! Pero el problema es que no sé cuando. Quería trabajar durante un tiempo otro tipo de novela porque estaba un poco "quemada" de tanto Tierra Mojada. En cuanto me aclare un poco volveré. Si te apetece, en mi cuenta de Wattpad tengo publicados otros relatos también muy chulos. https://www.wattpad.com/681621492-la-voz-detr%C3%A1s-de-zeta-cap%C3%ADtulo-i-extra%C3%B1os-en-un
EliminarUn abrazo,
Hola Guapa!! La verdad que hacía un tiempo que no me pasaba por aquí por circunstancias varias... pero bueno, aquí estoy siguiendo esta historia!
EliminarEstos dos me traen loca, pero loca de verdad, ni contigo ni sin ti... De verdad que es para cogerlos a los dos, encerrarlos en un sitio y hasta que no aclaren todo que no salgan jajajaja
Si es que no se por donde empezar a comentar el cap... Pero así a voz de pronto:
Entiendo a Matt y el cacao que debe tener en la cabeza, la quiere, pero lo de Bear no se le va a olvidar tan facilmente... y Ayla.. bueno, es que yo no se como puede ser así. Le dice que a vuelto a beber y en vez de apoyarlo es como si tuviera la peste... Hija, que a ido a buscarte y a dejado todo atrás solo por ti después de lo que has hecho...
En fin... Se que tienes esta historia un poco en pausa, pero espero poder seguir leyendola y que no tardes mucho! jejeje
PD. Me encanta esta historia!! Un abrazo
¡Muchas gracias por el comentario! Tenía pensada retomar la historia, el problema es que no sé cuando... jajajajaja cuando pueda sacar algo de tiempo y tranquilidad me pondré con ello.
EliminarSi retomo Tierra Mojada quiero currarme los capítulos y no escribirlos rápido y corriendo. Espero encontrar algo de tiempo para ponerme durante el verano.
Un abrazo.
Por favor sigue escribiendo,eres genial
ResponderEliminar¡Gracias por el comentario! llevo algún tiempo sin escribir pero espero volver pronto a las andadas. Un abrazo.
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