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El Profesor II

Llamé al timbre, primero segunda, como decía la nota, "¿quién es?" dijo una voz alterada por el micro del telefonillo. No me atreví a contestar, supongo que ella lo sabía y apretó el botón.
Subí las escaleras hasta el primer piso y Ayla me abrió la puerta...

-Profesor Landom... -susurró

-Por favor, solo Henry...

-¿Qué haces aquí?

-No has venido a clase, ¿estás bien?

-Si, si... tenía revisión con el dentista. ¿Cómo has sabido donde vivo?

-Tu amiga dejó una nota encima de la mesa que "enviase los apuntes a esta dirección".

Ella rió tímidamente

- ¿Eso es mío?-señaló la bufanda que llevaba en la mano...

-Sí, te la olvidaste el otro día en mi despacho- se la tendí y ella la cogió sin hacer más preguntas

-¿Te apetece un café?- tendría que haber dicho que no, darme la vuelta e irme a mi casa como si nada hubiese pasado. Pero estaba allí, devolviéndo una bufanda a una alumna con la que solo pensaba en acostarme con ella.

-Por supuesto.

Sirvió dos tazas de café. Vestía pantalones negros ajustados, camiseta blanca y una chaqueta gris. Con el pelo suelto, rozándole las mejillas cada vez que se movía. Siempre vestía de esa manera "informal", más bien despreocupada, pero encantadora. Yo en cambio era un dejado, siempre llevaba pantalones anchos, de color gris, una camiseta negra y encima una camisa beige y unos mocasines desgastados.
Bebí café mientras ella me observaba, curiosa.

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Adelante

-¿Solo has venido hasta aquí para devolverme una bufanda? Es un poco extraño...

Bebí café, no sabía que contestar...

-Me pareció un bonito gesto con una alumna...

-Sabes como yo que eso no está bien, ni lo que sucedió el otro día tampoco... -respondió ella, seria.

Cuando quise darme cuenta ella estaba sentada sobre mis rodillas, con sus brazos alrededor de mi cuello.

-Sin embargo no te negaste...

-Fue difícil hacerlo- dije con la frente empapada en sudor, su rostro se acercó al mio, pero la aparté- No, no está bien, no está bien besar a una alumna...

-Tampoco está bien acostarse con un profesor...

En segundos estábamos besándonos en el pasillo, hiendo hacia su habitación. Me empujó hacia la cama, se quitó la chaqueta y se sentó sobre mi, mientras me besaba y me quitaba la camisa. Me tumbó en la cama, ella sobre mi, besándome, acariciándome, mis manos recorrieron su cuerpo, caliente, recogí la camiseta de su cintura y la deslicé hacia arriba. Ella no puso resistencia, y dejó que mis manos jugasen con su cuerpo, el pecho, la sensual curva de su cintura... La sujeté y me senté con ella en brazos, le besé el cuello, los pechos... ella me agarraba de la nuca y me acercaba hacía si. Jamás me había sentido tan vivo, la chica de mis sueños, ella, desnudándose sobre mi, besándome, queriendo ser mía... Me quitó las gafas y la camiseta. Mi torso desnudo, moreno y velludo contrastaba con la piel blanca y suave de ella. Tenía un cuerpo juvenil, con una marcada cintura pero con los senos pequeños y altivos y una pronunciada cadera que le proporcionaba un impresionante espectro de erotismo. Volvió a tumbarse sobre mi y noté como sus manos jugueteaban con el botón de mi pantalón, me excitó muchísimo, busque desesperado por su espalda, para arrancarle el sujetador negro. No encontraba el broche y ella río. Se enderezó y acercó mis manos hacia su pecho, descubriéndome el imán que unía la lencería en la parte delantera.
Nos acabamos de desnudar el uno al otro... Ella me hizo el amor, sobre mi, con movimientos suaves y fluidos. Llevaba demasiado tiempo solo... y esa chica... me hacía sentir vivo, joven. La deseaba tanto. Mis manos jugaban con su cuerpo, le sujetaba las caderas con fuerza, le apretaba los senos y ella respondía a mis caricias con suaves gemidos de placer... Verla disfrutar de esa manera me excitó aún más. La agarré con fuerza y la tumbé, le hice el amor, la embestí duramente mientras ella gritaba y me pedía que siguiese. Los muelles del colchón resonaban con cada golpe y el sonido se confundía con los gemidos de ambos. Aguanté todo lo que pude hasta que exploté y Ayla estalló en un plácido orgasmo...

Nos quedamos tumbados, jadeantes y exhaustos. Ella apoyaba su cara sobre mi pecho. La rodeé con el brazo y la acaricié con ternura. Por fin, era mía y solo para mí...
Seguía fascinándome como contrastaba mi piel morena y desgastada con la suya blanca y joven... No me atrevía a decirle nada, todo me parecía tan irreal, como un sueño, no quería despertar... Al final fue ella la que abrió la boca.

-Pues al final si que ha estado bien...

Comentarios

  1. Joan Riba: Bella historia. Me ha puesto a cien. La he leido por la noche, y me ha inspirado mucho. Ha hecho volar mi imaginación de una forma que jamas habria imaginado. Espero ardientemente la continuación. Tkm

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