"¿Por qué no me la quito de la cabeza? ¿Qué me pasa? Llevo años dando clase y jamás me había ocurrido algo así... Vamos Henry, estás muy solo, solo necesitas un poco de amor, ¿pero por qué de ella? Es una alumna, apenas tiene diecinueve años, ¿por qué te llama tanto la atención? No es la chica más guapa del mundo, sin duda has tenido alumnas más bonitas... Pero su mirada, sus ojos verdes, que me miran, y me dedican toda su atención, a mí, a Henry, 42 años, divorciado, profesor. ¿Por qué me mira de esa forma? Te estás emparanoiando, te mira porque eres el profesor y porque tiene que prestarte atención. Venga, ahora relájate y entra en clase....
Mírala, allí está, sentada en la tercera fila. Ni muy lejos ni muy cerca. Hoy se ha recogido el pelo, pero unos mechones juguetean en su cara. ¡Que bonita es! Ese jersey le queda realmente bien, le resalta el busto. Vamos Henry, céntrate, tienes que dar la clase..."
Di la clase con toda la normalidad que pude. Ella escucha y toma apuntes, callada, seria. Nunca la he visto sonreír, es muy tímida. Apenas la he oído hablar, solo una vez que ha intervenido en clase, ocasión que aproveché para preguntarle su nombre, se llama Ayla, Ayla Hurst. Hasta su nombre me pareció precioso.
-Si tenéis alguna duda sobre la práctica que os acabo de corregir, las horas de tutoría son mañana de diez a doce en mi despacho.-concluí la clase ahogado en sudor.
La vi marcharse con sus amigos, seria, ocultando su rostro, Ayla, mi Ayla. No entendía que me pasaba. No paraba de pensar en ella. ¡Por favor si tiene diecinueve años, es una cría! Me miré al espejo y descubrí a un hombre solitario que se hace mayor y que se ha encaprichado de una niña. Tenía que olvidar la, por razones éticas y personales. Es una alumna, no puedo tener nada con ella, me echarían del trabajo, ¿qué dirían mis colegas?. Además, casi no la conoces Henry, ¿por qué te has encaprichado de esa manera? Llevas demasiado tiempo solo, demasiado tiempo sin sentir el calor de una mujer, demasiado tiempo sin hacer el amor... Debes olvidar la, no es más que un juguete con el que pasarías una noche de locura, como en tu juventud... Olvida a Ayla, olvida la.
Me fui a dormir con ese propósito, aunque soñé con ella y que le hacía el amor. Que la hacía mía... En el trabajo intenté concentrarme en mis labores de profesor, pero fue inevitable cruzarme con ella. Casi me da un vuelco el corazón cuando la vi entrar por la puerta. Venía por la tutoría, ella nunca venía, sacaba buenas notas, no lo necesitaba y era demasiado tímida para hablar a solas con un profesor... Pero estaba allí. Sentada delante de mí. Me preguntó por qué había bajado de notas, su tono de voz era grave pero melodioso, muy atractivo, como toda ella. No podía escuchar lo que me decía, solo pensaba en besarla, abrazarla y hacerle el amor allí mismo. Solo pensaba eso, en hacerle el amor, en hacerla mía.
Estuvimos hablando, al principio sobre temas académicos, y acabamos hablando sobre ella. Era hija de padres divorciados y aspiraba a ser escritora. Era tímida, muy tímida, no tenía muchos amigos y no salía de fiesta, prefería quedarse en casa leyendo. Me fijé en la carpeta y en el libro que había dejado encima de la mesa, el libro era mío. Un drama de desamor que escribí cuando mi mujer me dejó, me pidió que se lo dedicase: "Para Ayla, una futura gran escritora. Con cariño Henry" escribí. Nos levantamos a la vez cuando fui a tenderle el libro y nuestras frentes chocaron, fui a pedirle disculpas pero ella no me dejó. Me sorprendió con un excitante beso en los labios. Agarrándome la nuca y atrayéndome hacía ella. No entendí nada, ella cogió sus cosas y se marchó. Dejando olvidada (aun no se si apropósito o no) su bufanda. Me quedé anonadado, no me lo esperaba, ¿por qué lo había hecho? ¿Quería una matrícula de honor? ¿Estaba jugando conmigo?¿Tanto se notaba que moría por sus huesos? Pero... ¿y si no? ¿Y si ella sentía lo mismo? Pero que tonterías estás diciendo Henry. Ha sido un simple beso. Pero por dios… ¡Que beso! Hacía años que no me besaban de esa manera. Ha sido tan sensual, tan erótico… Tengo tantas ganas de hacerle amor, de hacerla mía… Mía y solo mía. De besar su cuello, su pecho… Desnudarla poco a poco y disfrutar acariciando todo su cuerpo, morderle y que gima de placer. Que disfrute siendo mía, que me suplique que la haga mía. Mía, mía y solo mía. Mi Ayla…
Sin pensármelo dos veces cogí la bufanda y me la acerqué al rostro, aspiré su aroma, su aroma de mujer y la apreté contra mi rostro. Quien me viera pensaría que soy un perturbado, pero ella era mía, era solo para mí. Y nadie me la arrebataría. Podría haber devuelto la bufanda al conserje, pero decidí quedármela, como recuerdo de ese maravilloso beso que me provocaba aún más ganas de poseer-la y de hacerla disfrutar como nunca.
La semana siguiente no la vi en clase y eso me preocupó ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si no volvía a verla jamás? Tenía que averiguar donde vivía, ver si estaba bien...
Me comí la cabeza preguntándome de que sutil modo podría averiguar su dirección. Pero Ayla es más inteligente de lo que me creía o me deseaba más de lo que yo a ella... y sin saber como ni porqué, terminé en su portal, picando al timbre, con la bufanda en la mano.
Mírala, allí está, sentada en la tercera fila. Ni muy lejos ni muy cerca. Hoy se ha recogido el pelo, pero unos mechones juguetean en su cara. ¡Que bonita es! Ese jersey le queda realmente bien, le resalta el busto. Vamos Henry, céntrate, tienes que dar la clase..."
Di la clase con toda la normalidad que pude. Ella escucha y toma apuntes, callada, seria. Nunca la he visto sonreír, es muy tímida. Apenas la he oído hablar, solo una vez que ha intervenido en clase, ocasión que aproveché para preguntarle su nombre, se llama Ayla, Ayla Hurst. Hasta su nombre me pareció precioso.
-Si tenéis alguna duda sobre la práctica que os acabo de corregir, las horas de tutoría son mañana de diez a doce en mi despacho.-concluí la clase ahogado en sudor.
La vi marcharse con sus amigos, seria, ocultando su rostro, Ayla, mi Ayla. No entendía que me pasaba. No paraba de pensar en ella. ¡Por favor si tiene diecinueve años, es una cría! Me miré al espejo y descubrí a un hombre solitario que se hace mayor y que se ha encaprichado de una niña. Tenía que olvidar la, por razones éticas y personales. Es una alumna, no puedo tener nada con ella, me echarían del trabajo, ¿qué dirían mis colegas?. Además, casi no la conoces Henry, ¿por qué te has encaprichado de esa manera? Llevas demasiado tiempo solo, demasiado tiempo sin sentir el calor de una mujer, demasiado tiempo sin hacer el amor... Debes olvidar la, no es más que un juguete con el que pasarías una noche de locura, como en tu juventud... Olvida a Ayla, olvida la.
Me fui a dormir con ese propósito, aunque soñé con ella y que le hacía el amor. Que la hacía mía... En el trabajo intenté concentrarme en mis labores de profesor, pero fue inevitable cruzarme con ella. Casi me da un vuelco el corazón cuando la vi entrar por la puerta. Venía por la tutoría, ella nunca venía, sacaba buenas notas, no lo necesitaba y era demasiado tímida para hablar a solas con un profesor... Pero estaba allí. Sentada delante de mí. Me preguntó por qué había bajado de notas, su tono de voz era grave pero melodioso, muy atractivo, como toda ella. No podía escuchar lo que me decía, solo pensaba en besarla, abrazarla y hacerle el amor allí mismo. Solo pensaba eso, en hacerle el amor, en hacerla mía.
Estuvimos hablando, al principio sobre temas académicos, y acabamos hablando sobre ella. Era hija de padres divorciados y aspiraba a ser escritora. Era tímida, muy tímida, no tenía muchos amigos y no salía de fiesta, prefería quedarse en casa leyendo. Me fijé en la carpeta y en el libro que había dejado encima de la mesa, el libro era mío. Un drama de desamor que escribí cuando mi mujer me dejó, me pidió que se lo dedicase: "Para Ayla, una futura gran escritora. Con cariño Henry" escribí. Nos levantamos a la vez cuando fui a tenderle el libro y nuestras frentes chocaron, fui a pedirle disculpas pero ella no me dejó. Me sorprendió con un excitante beso en los labios. Agarrándome la nuca y atrayéndome hacía ella. No entendí nada, ella cogió sus cosas y se marchó. Dejando olvidada (aun no se si apropósito o no) su bufanda. Me quedé anonadado, no me lo esperaba, ¿por qué lo había hecho? ¿Quería una matrícula de honor? ¿Estaba jugando conmigo?¿Tanto se notaba que moría por sus huesos? Pero... ¿y si no? ¿Y si ella sentía lo mismo? Pero que tonterías estás diciendo Henry. Ha sido un simple beso. Pero por dios… ¡Que beso! Hacía años que no me besaban de esa manera. Ha sido tan sensual, tan erótico… Tengo tantas ganas de hacerle amor, de hacerla mía… Mía y solo mía. De besar su cuello, su pecho… Desnudarla poco a poco y disfrutar acariciando todo su cuerpo, morderle y que gima de placer. Que disfrute siendo mía, que me suplique que la haga mía. Mía, mía y solo mía. Mi Ayla…
Sin pensármelo dos veces cogí la bufanda y me la acerqué al rostro, aspiré su aroma, su aroma de mujer y la apreté contra mi rostro. Quien me viera pensaría que soy un perturbado, pero ella era mía, era solo para mí. Y nadie me la arrebataría. Podría haber devuelto la bufanda al conserje, pero decidí quedármela, como recuerdo de ese maravilloso beso que me provocaba aún más ganas de poseer-la y de hacerla disfrutar como nunca.
La semana siguiente no la vi en clase y eso me preocupó ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si no volvía a verla jamás? Tenía que averiguar donde vivía, ver si estaba bien...
Me comí la cabeza preguntándome de que sutil modo podría averiguar su dirección. Pero Ayla es más inteligente de lo que me creía o me deseaba más de lo que yo a ella... y sin saber como ni porqué, terminé en su portal, picando al timbre, con la bufanda en la mano.
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